Más allá del señor y del Estado: notas históricas de la lucha por la recuperación de la tierra en Colombia
Milena Ochoa Larrota – Cedins
“Desde hace muchos años hemos dedicado nuestra vida, nuestra salud, nuestras energías y nuestro esfuerzo a colonizar tierras que ponían temor en todos los ánimos por la sola sugestión de la selva impenetrable … pero luego … ambiciosos latifundistas decidieron arrebatarnos lo que habíamos logrado sin extorsionar a nadie y sin servirnos del desgaste de los demás, alegando fantásticos derechos fundados en vagos y discutibles papeles coloniales, sobre vastos territorios que ellos jamás habían pensado aprovechar”.
29 de julio de 1930, Mensaje de los campesinos de Sumapaz a la Cámara de Representantes
Las aspiraciones a la tierra del campesinado colombiano se han revestido de formas de acción y prácticas de resistencia y organización que dan cuenta de las trayectorias históricas y políticas de la lucha campesina. Dentro de ellas se encuentran los procesos de recuperación de tierras los cuales se configuran a través de una dinámica propia social, política y cultural, por tal razón no pueden reducirse a las coordenadas de la propiedad, a un asunto jurídico o equipararse con la usurpación o con la invasión de predios.
La tierra y el trabajo son las razones centrales de las sublevaciones campesinas que se desatan desde inicios del siglo XX, a su interior se encuentran diversidad de reivindicaciones como la exigencia de reconocimiento y respeto en medio de relaciones de explotación, esclavitud y servidumbre.
La recuperación de tierras es una contraofensiva campesina a la voracidad de los terratenientes y empresarios que se lanzaron a la usurpación de tierras por su creciente valorización y por la importancia que adquirió en medio de los cambios económicos que se venían presentando con la introducción de las relaciones capitalistas en el campo.
En ese entonces se produjo un cambio decisivo: mientras que en la época colonial la gran riqueza de América Latina consistía en sus recursos minerales, especialmente la plata y el oro, después de 1850 las exportaciones agrícolas llegaron a ser una fuente importante de ingresos. El crecimiento económico se produjo a través de la expansión de la agricultura y la ganadería para abastecer los centros industriales de Europa y Estados Unidos, ya que el crecimiento de la población y la urbanización demandaron alimentos como café, azúcar, trigo, bananos y carnes, los cuales América Latina podía proveer. (1)
Con el capitalismo en el campo, el café se convirtió en la producción dominante del país y se incrementó la usurpación de las tierras trabajadas por los colonos campesinos. Este breve contexto da cuenta de la razón de la recuperación de tierras, las y los campesinos exigen lo que les pertenece y les fue arrebatado por el latifundio y el mercado.(2)
La lucha por el acceso a la tierra se expresó inicialmente de forma individual, familiar y a través de la resistencia de tipo legal, entre 1874 Y 1920; los colonos enviaron centenares de peticiones a las autoridades de Bogotá exponiéndoles sus problemas con los acaparadores de tierras y solicitando la protección del gobierno(3). Se desataron acciones especialmente locales y regionales y en correspondencia con la conflictividad ocasionada por la producción de café, la ganadería y la producción comercial en departamentos como Tolima y Huila: regiones cafeteras de clima medio de las tres cordilleras, zonas ganaderas del interior de la costa Atlántica y en el enclave bananero creado por la United Fruit Company.(4)
Además de las reclamaciones al Estado se desarrollaron otras formas de lucha como la inscripción en las listas municipales de contribuyentes para amplificar sus demandas, rehusar contratos o emigrar, lo que las caracteriza es la inexistencia de una organización colectiva, situación que cambiará en la década de los años 20.
El sentido y los significados de la lucha popular no son solo objeto de persecución o de tergiversación, también se tienden a simplificar a través de un discurso que contribuye al desconocimiento de los procesos de lucha y a limitar su alcance. Las luchas campesinas contienen significados con una gran potencia emancipadora que abren nuevos horizontes no sólo en la manera que hemos comprendido la lucha por la tierra sino también en su magnitud.
Simultáneamente a la lucha por la tierra se encuentra la ruptura con una fuerte ideología de sumisión que materializó relaciones de servidumbre, con el pensamiento patriarcal que ordena el latifundio y cuyo eje es el terrateniente; se trata de la construcción permanente de formas de resistencia de “no hacer” o “hacer” para devastar la sujeción que ocasiona no acceder a la tierra, del protagonismo de las mujeres al permanecer y construir en las tierras recuperadas, de formas y métodos de organización y lucha, en suma de las vivencias de lo político y su capacidad de impugnar el estado de cosas.(5)
Bebidas fermentadas con la caña de la hacienda
Una de las acciones para disputar y transformar las relaciones de dominación en las haciendas fue la reducción de las obligaciones, con lo que se abre la posibilidad de producir para sí: alimentos, carbón vegetal, cigarrillos, guarapo y panela. Aparentemente estas actividades estaban subordinadas a los intereses de la hacienda, pero ocurre lo contrario, se iba expandiendo una economía campesina para pueblos vecinos y plazas de mercado locales, y una amplia producción de bebidas fermentadas y destiladas que circulaban en la zona, preparadas con la caña hurtada a la hacienda y la ración de melao que se daba a cada arrendatario.
¡No nos jodan! Las relaciones en la hacienda se desmoronan
Los contratos entre propietarios y campesinos asentados en las tierras de las haciendas o en sus bordes se soportaban en relaciones de fidelidad, la legitimidad del dominio era de tal magnitud que los castigos corporales eran frecuentes con el uso de los cepos, relaciones que se empiezan a transformar ampliando los horizontes políticos: la lucha no es sólo por trabajo digno, es también por reconocimiento, así muchas de estas acciones se convirtieron en la base para afirmar la identidad y la autoestima. En los momentos duros de la confrontación el cadáver de la mejor de las reses se entregaba con un mensaje tallado en su pellejo – «No nos jodan» – o se talaba un bosque de caro eucalipto importado, dando indicios de que el código social, que desde los tiempos de antaño había gobernado las relaciones entre clases en las haciendas cafeteras, se estaba desmoronando severamente.
“El Boche, campesino rebelde del Sinú”
El mal trato, junto con el uso machista de la matrícula(6) al querer extenderla al uso sexual de la mujer, fue el fulminante que hizo estallar el 5 de octubre de 1908 a Manuel Hernández (El Boche) en la hacienda Misiguay, que habían heredado Antonino y Alejandro Lacharme al morir su padre, Alberto, en 1892.(7)
El Boche fue un nativo de nombre Manuel Hernández de tez morena y grandes ojos, de contextura musculosa y brazos fuertes producto del ejercicio de su trabajo de machetero, en la gran hacienda Missiguay de propiedad de los inmigrantes franceses llamados los “musiú” Alberto y Alejandro Lacharme quienes explotaban el oro de las minas del alto Sinú a través de una gran empresa de su propiedad, esto fue por el año 1908.
El Boche Manuel Hernández llego a Montería en el año 1898, venía de San Jacinto población perteneciente al Bolívar grande vino, con su mujer cuyo nombre era Graciela, cantante de decimas y bullarengue y cuyo amor se ganó el boche con polvillos del pájaro Macuá, ave montañera utilizada por brujos y pitonisas para la ciencia del amor.
Los galanteos amorosos del “musiú” Alejandro Lacharme a Graciela fue lo que ocasionó la rebelión del negro y posterior enfrentamiento con el musiú dando como resultado la muerte de musiú Alejandro de manos del Boche quien con su filoso machete le cerceno la cabeza después de haber fallado don Alejandro un tiro de escopeta de perdigones.(8)
La rebeldía de los años 20: nacimiento de las organizaciones campesinas
Las luchas campesinas lograron sus primeras formas organizativas con una participación mayoritaria de la población y con acciones de protesta de gran alcance: se reivindicaba, el pago de salario en dinero, mejor alimentación, libertad de cultivo, tierra para trabajarla, no pagar «obligación» y libertad de tránsito. Los arrendatarios iniciaron la práctica de no pagar arriendo por su parcela, lo que significaba en la práctica el desconocimiento de la propiedad de los grandes hacendados, se impulsaron disputas en los enclaves en contra de la explotación laboral y el acaparamiento de la tierra, haciendo que las expresiones más fuertes fueran las huelgas en la Tropical Oíl Company en 1924 y 1927 y en la United Fruit Company en 1929.
Fue un periodo de fuerte activismo político y de crecimiento de organizaciones y gremios socialistas, las organizaciones agrarias constituidas en la zona bananera, en las plantaciones cafeteras (como Viotá), en lugares de frontera agrícola (Antioquia), en la costa Atlántica estuvieron influidas directa o indirectamente por el socialismo, posterior al triunfo de la Revolución de Octubre y el anarcosindicalismo.(9)
¡El cobarde no hace historia! palabra de mujer
¡Ay Juana Julia Guzmán!
sobre un rastrojo montano
fuiste puerto, brisa y mar
¡Préstame tu palabra
mi rebelde capitana
hora es ya de navegar!
¡El Sinú! ¡Oh, mi Sinú!».
Canto “El Sinú”, Guillermo Valencia Salgado
La historia y el movimiento campesino deben un lugar de mayor relevancia y reconocimiento a las mujeres, a su participación y al compromiso decidido con la lucha por la tierra y, en consecuencia, la realización de los cambios y transformaciones necesarias para superar la desigualdad patriarcal en los dos campos.
Las mujeres campesinas establecen un vinculo indisoluble con la tierra, ya que su trabajo se convierte en un canal de transmisión de elementos esenciales para su vida y la de sus familias; a través del trabajo y la tierra se logra la producción de alimentos, las huertas campesinas, la cría de animales, el jardín que contribuye al equilibrio del cultivo y a llenar de colores y múltiples formas las tierras campesinas, y al momento de la lucha, todo esto se convierte en un coraje que no conoce límites y en una valentía que ha acobardado a despojadores en los momentos más álgidos de la violencia en las regiones.(10)
A inicios de siglo las mujeres cumplieron un importante papel en la producción y distribución de licor de contrabando, en el suministro de hierbas medicinales y así mismo actuaban como curanderas, todo lo cual les granjeaba cierto reconocimiento público. En esta historia, encontramos a Juana Julia Guzmán, quien nació en 1892 en Corozal, Sucre en una familia de ascendencia negra e indígena, se trasladó en 1916 a la región del Sinú donde trabajó como cantinera y ventera del barrio Chucurubí en Montería.(11) Allí conoció al socialista y anarquista italiano Vicente Adamo, quien había sido expulsado y llegó a Colombia a principios del siglo XX. Juana Julia se destacó por ser una activista de la lucha campesina, postura que generó construcciones locales contra la opresión desarrollada por latifundistas, empresarios, ganaderos y las élites políticas, así fue fundadora de la Sociedad de Obreros y Artesanos de Montería (1918) y de la Sociedad de Obreras Redención de la Mujer (1919). Con estas organizaciones de base, se tomaron las tierras en 1918, en la región de Loma Grande, donde se constituyó el primer baluarte conocido como el “Baluarte Rojo de Loma Grande”, comunidad campesina autónoma asentada en terrenos públicos en las afueras de Montería.(12)
Su acción y su legado social e histórico contribuyó al fortalecimiento de diversos procesos obreros, campesinos y de lucha feminista, si comprendemos la lucha de las mujeres desde esta perspectiva, fue llamada la “robatierra” y signó la lucha campesina y los procesos de recuperación de tierras con la frase “El cobarde no hace historia” hasta el momento en que se conforma la ANUC Asociación de Usuarios Campesinos ANUC.
Los Baluartes de Autogestión Campesina
Desde principios del siglo XX, grupos de campesinos fueron ocupando terrenos baldíos cerca de Montería, constituyendo las colonias de Lomagrande, Canalete y Callejas. Estas colonias, que soportaban la voracidad de los terratenientes, cuyo interés principal radicaba en apropiarse de sus tierras y asegurarse la fuerza de trabajo de los campesinos, fueron rebautizadas por sugerencia de Vicente Ádamo: Lomagrande fue denominada El Baluarte Rojo; Canalete, la Nueva Galia y Callejas, Tierra Libre.
En adelante la lucha de las colonias estaba encaminada, de un lado, a demostrar que los terrenos que ocupaban eran baldíos y que por lo tanto los terratenientes no tenían ningún derecho sobre ellos y, de otro lado, a desmontar la matrícula. Para esto último iniciaron una labor de denuncia ante la Asamblea Departamental de Bolívar y ante el Gobierno Central en Bogotá para deslegitimar la matrícula. Así mismo, grupos de campesinos empezaron a destruir los cepos y muñequeros y a negarse a cumplir con los onerosos acuerdos de la matrícula (tales como oposición a la práctica de cambiar o vender matriculados, no pagar doble día de trabajo por incumplimiento, ni tampoco pagar un mes de salario en caso de retiro).
No se trata simplemente de la restitución de las tierras
En 1929 se desata la rebelión de los Bolcheviques del Líbano, que surgieron debido a la dependencia de una estructura social y local sometida a los altibajos de una economía agroexportadora basada en el café. A estas problemáticas internas se sumó la crisis económica mundial del mismo año, acelerando los desarrollos políticos, la agitación obrero-campesina y la inclusión del socialismo en los idearios de lucha.
Las y los campesinos y artesanos del Líbano buscaban incautar y redistribuir la tierra y la propiedad privada. Sin embargo, la lucha del movimiento de 1929 no se trataba simplemente de una plataforma para la restitución de tierra, lo que buscaba era “abolir y subvertir la legalidad existente que legitimaba la apropiación del trabajo campesino por la clase terrateniente”.(13) Quizás una de las ideas más potentes acerca de la Reforma Agraria se encuentra en la concepción de los Bolcheviques del Líbano, al llevarla al terreno de la subversión de todo el andamiaje que expropia y enajena al campesinado.
Al margen de los intentos en el acceso a la tierra(14), en las regiones se afianzó la gran propiedad ya que las titulaciones de baldíos continuaron favoreciendo a los terratenientes sin proporcionar un apoyo a los colonos: más de las tres cuartas partes de todo el territorio otorgado a particulares, compañías y poblaciones desde 1827 hasta 1931 se repartieron en concesiones de 1.001 hectáreas o más. Estas cifras expresan cómo la privatización de los baldíos reforzó el predominio de la gran hacienda en el campo colombiano en medio de alianzas con instituciones y la fuerza pública al servicio de los terratenientes, ya desde 1918 la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) había llamado a proteger los intereses de los hacendados ante las protestas de algunos colonos y arrendatarios por las tierras baldías.
La Reforma Agraria es una demanda histórica de la lucha campesina y sus avances sólo pueden ser resultado de ella misma, no es una dádiva de los gobiernos, es consecuencia del empeño y la convicción de las y los campesinos a través de la historia y de su vínculo con la tierra. Sus luchas dan cuenta del alcance de su proyecto político, que es lo que se encuentra realmente en disputa: el campo colombiano por el que se lucha es en esencia otro tipo de país.
Notas:
(1) Ver, Legrand, C. (1988). Colonización y protesta campesina en Colombia (1850 – 1950). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia y Fajardo, D. (2012). Colombia: dos décadas en los movimientos agrarios.
(2) Partimos de las luchas campesinas de inicio del siglo XX, la concentración de la tierra tiene raíces profundas en el colonialismo español y el sistema de grandes haciendas.
(3) Vega, R. (2002). Gente muy rebelde. Protesta popular y modernización capitalista en Colombia (1909 -1919). Bogotá: Pensamiento Crítico.
(4) La mayoría de los estudios sobre las protestas contra la Compañía se han centrado en las luchas de los asalariados para conseguir mejores condiciones de trabajo en las plantaciones bananeras. Sin embargo, estos estudios descuidan la existencia del campesinado en tales regiones y su participación. Ver Catherine LeGrand. (1988) Campesinos y asalariados en la zona bananera de Santa Marta (1900 – 1935).
(5) Los siguientes apartados se basan en: Fajardo D. (2014) Estudio sobre los orígenes del conflicto social armado, razones de su persistencia y sus efectos más profundos en la sociedad colombiana. Comisión Histórica del conflicto y Vega, R. (2002). Gente muy rebelde. Protesta popular y modernización capitalista en Colombia (1909 -1919). Bogotá: Pensamiento Crítico.
(6) Sistema de servidumbre según la cual las personas debían trabajar en las haciendas para pagar sus deudas. Ver Rappaport, J. (2021). El cobarde no hace historia. Orlando Fals Borda y los inicios de la investigación-acción participativa. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.
(7) Ver Borda, O. F. (1984). Historia doble de la Costa: Retorno a la tierra. Bogotá: Carlos Valencia Editores. Chalarca, U. (1985). Historia gráfica de la lucha por la tierra en la Costa Atlántica. Fundación del Sinú.
(8) Ver, adaptación de Ver Borda, O. F. (1984). Historia doble de la Costa: Retorno a la tierra. Bogotá: Carlos Valencia Editores. Chalarca, U. (1985). Historia gráfica de la lucha por la tierra en la Costa Atlántica. Fundación del Sinú. En https://alvarodiazarrieta.blogspot.com/2010/04/la-pesadilla-del-boche.html
(9) Ver. Pérez Martínez, M. E. (2003). La conformación territorial en Colombia: entre el conflicto, el desarrollo y el destierro. Cuadernos de desarrollo rural: Pontificia Universidad Javeriana.
(10) Desde la década de los años 90 en territorios como el Catatumbo y el Magdalena Medio son numerosas las historias que relatan cómo las mujeres enfrentaron a los paramilitares en puestos de control, accedieron a los cultivos en medio de los bloqueos de alimentos, gracias a su conocimiento del territorio y la ubicación de los cultivos y cómo en las recuperaciones de tierras encabezan las marchas del retorno.
(11) Ver Juana Julia Guzmán. Una gran líder del siglo XX. portalvallenato.net
(12) Op cit ( 2021).
(13) Sánchez, G. (1981). Los “bolcheviques del Líbano” (Tolima) Crisis mundial, transición capitalista y rebelión rural en Colombia. ECOE Ediciones.
(14) Varias leyes y decretos favorecían la formación y la estabilización de un campesinado medio y dieron alguna continuidad a políticas anteriores encaminadas a recuperar los baldíos de la nación y a propiciar el aprovechamiento productivo de la tierra: leyes 56 de 1905 y 71 de 1917, establecidas la primera para retornar tierras al Estado luego de 10 años de no haber sido aprovechadas y la segunda para realizar titulaciones menores, en particular inferiores a 20 hectáreas así como de los decretos 839 y 1110 de 1928, expedidos por el gobierno para favorecer la formación de medianos campesinos: el primero dirigido a facilitar la adjudicación de baldíos en superficies inferiores a 20 hectáreas y el segundo a establecer “colonias agrícolas”, Ver Legrand ( 1988).