¡28A siempre presente! Notas acerca de la disputa ideológica en la Revuelta
Milena Ochoa Larrota
El poder de la protesta expresa la riqueza de luchar. Como espacio y tiempo de rebeldía en contra del orden, es la oportunidad de generar rupturas y optar por un proyecto de vida político personal y colectivo que permite transformar la sujeción y la dominación por la posibilidad de ser.
De la riqueza de luchar, de la fuerza colectiva y los sentidos de lo posible que emergen con el levantamiento popular del 28A de 2021 en Colombia se tratan las siguientes líneas. Una reflexión afirmativa que se resiste a un relato de sangre para explicar qué pasó después; una mirada propositiva para enfrentar la violencia política y una lectura crítica acerca de la victimización y la despolitización de la defensa de los derechos humanos en el actual contexto.
Un entramado ideológico de la protesta
El 28 de abril de 2021 en la ciudad de Cali, en el mirador monumento Sebastián de Belalcázar, indígenas Misak se dan cita para derribar la estatua. Un hecho emblemático y una referencia imprescindible de la histórica jornada de lucha que se extiende en el tiempo y por todo el territorio nacional a través de diversas acciones de protesta que detonaron por la reforma tributaria del gobierno de Iván Duque.
Este levantamiento popular se encuentra en un ciclo de ascenso de revueltas y movilizaciones que recorren nuestra América y el mundo y que han sido explicadas especialmente desde las y los sujetos que las protagonizan, las demandas y los cambios en los repertorios.
Intentar redescubrir los rasgos comunes de las revueltas que constelan el universo contemporáneo, sin perder de vista su inclinación local [global] significa aceptar un doble desafío. El primero consiste en buscar, si no el hilo rojo, al menos la cuerda subyacente, cuya unidad está garantizada por el traslape y entrelazamiento de muchas fibras. El segundo consiste en centrar la atención en la dinámica revolucionaria, en la que la revuelta ocupa un lugar tan importante como enigmático(1).
Ese hilo rojo configura un entramado ideológico en Colombia que entrelaza los sentidos de lo posible y los procesos sentipensantes donde uno de los elementos más potentes se encuentra en la politización simultánea de millones de personas. Después de una experiencia de tal alcance, individual y colectivo, es difícil redisciplinar a un pueblo(2). A continuación, en las gráficas 1 y 2, se ejemplifica el alcance de esta experiencia a través de las acciones de movilización distribuidas en varias partes del país durante el primer mes del paro(3).
En tal sentido encontramos acontecimientos que se despliegan no solo por los movimientos sociales y por los actores organizados, sino por la sociedad […] y que suelen remover las “placas tectónicas” de nuestras sociedades, es decir, sacuden los cimientos culturales, sociales y políticos, poniendo en jaque a los gobiernos, a los pactos de las clases dominantes y sus orientaciones normativas y político-ideológicas. No estamos hablando necesariamente de revoluciones, aunque sí de acontecimientos que revolucionan la vida política(4).
Más allá de las agendas, las reivindicaciones o las causas, se encuentra el sentido de lo posible: la revuelta es una posibilidad de transformación social que permite horizontes e imaginarios de futuro, otras formas de relación sin distinciones o jerarquías, es el pulso ideológico en la correlación de fuerzas, allí donde nacen sentimientos de autoconfianza, orgullo y reconocimiento de la fuerza de los débiles.
Es vivir por adelantado ese otro mundo posible, es la práctica vital de otra forma de ser y construir social y territorialmente. Quizás para quienes ya han tenido estas experiencias y han integrado movimientos populares no resulte novedoso, ni atractivo – y, es lamentable-, pero para quienes dan sus primeros pasos en las movilizaciones, y fueron miles, y se encuentran al calor de la olla comunitaria, de la asamblea y del tropel, es la oportunidad de transformar todo lo que se les ha negado.
Así es como en la protesta se pone en juego una serie de emociones, sensaciones y afectos que junto a los sentimientos de unidad, el momento histórico compartido e identificación colectiva, provoca el despertar de una afectividad comunitaria(5). Esto conduce a pensar en la construcción de subjetividades y los cambios culturales que se desatan, en el sentido de superar la inexperiencia democrática de la que nos habla el educador Paulo Freire, la cual no es concebida como una ausencia de o un vacío de experiencia, es por el contrario una presencia y una llenura de disposiciones, predisposiciones, actitudes, mentalidades, prejuicios y creencias nefastas que se han hecho cuerpo [inexperiencia dialogal, relacionada con la mudez del pueblo, inexperiencia de autotogobierno o en la injerencia en la decisiones colectivas] y que están operando como obstáculos emocionales y epistemológicos para vivir un nuevo clima cultural favorable a la experiencia democrática.
De esta manera se reconoce la importancia de la disputa ideológica ya que las acciones y los movimientos populares se constituyen como principio y sujeto educativo(6) que contribuyen a la concepción amplia de la formación, al reconocer el carácter formador de las luchas. Se trata de actividades que no tienen por objetivo central la educación, pero que son reconocidas como espacios-momentos formativos y en correspondencia, una de sus principales tareas es crear disposiciones mentales, críticas y permeables con las que se pueda superar la fuerza de la inexperiencia democrática e insertarse cómodamente en el clima de la participación y la injerencia(7).
La represión como castigo y la revuelta como fiesta
Los logros de la lucha popular requieren de agendas comunes, procesos unidad y de fortalecimiento de la disputa ideológica, de la construcción de sentidos posibles que den continuidad al anhelo de cambio que se viene materializando a través de las acciones y las representaciones del pueblo al construir y ser poder. Este acumulado aún se encuentran en disputa pues la fuerza que se expresó en las calles ha sido duramente reprimida agudizando la violencia política que se ha venido ejecutando en el tiempo reciente, especialmente desde el 2016, año de la firma de los acuerdos de paz con las Farc y del inicio de un nuevo periodo de guerra contra el pueblo colombiano.
La represión en Colombia tiene rasgos profundos de castigo, con todo lo que ello representa: la superioridad, el fundamento patriarcal y supremacista de quienes detentan el poder en contra de las y los indeseados, no se trata solamente de una estrategia de control y contención de la rebeldía popular, se trata del desprecio con el que se disciplina y se regula al pueblo al reprenderlo hasta intentar eliminarlo, del control de la pulsión y la privación del placer o la satisfacción, en tal sentido la insubordinación y la insumisión propias de las revueltas populares son sustanciales y se reclaman a sí mismas como una victoria.
La revuelta roza la fiesta. Son similares los gestos carnavalescos de la transgresión, la inversión de roles, la suspensión del orden […] la fiesta es un estado de excepción. El poder no tiene fiestas, tiene ceremonias y ritos con los que intenta legitimarse, no puede dominar la ira de la emoción rebelde, la alegría de la explosión subversiva. Sin embargo, la fiesta no es solo exceso y (es) precisamente ahí donde la revuelta exhibe el rasgo utópico de vida liberada(8).
De esto se trata la riqueza de luchar, espíritu que no debe ceder espacio ni hacer concesiones en ningún tiempo, ya que el propósito es el fortalecimiento de la capacidad política del pueblo, en medio de la sistemática violencia, a través de acciones que inspiren e inviten a la lucha social revirtiendo el efecto deseado de diezmar la fuerza popular.
El sentido de estas acciones es esencialmente afirmativo para amplificar el conocimiento y la apropiación de la historia del país en lucha, las trayectorias de las organizaciones, las realidades y las propuestas para su transformación, las historias de vida de luchadora/es y defensores de la vida y los territorios.
Las acciones de denuncia, que en la actualidad tienen gran protagonismo, sin acción política terminan por legitimar el Estado y la institucionalidad que debería propender por el derecho a la vida y a la libertad. Son medidas que se desarrollan en la inmediatez de la violencia, o posteriormente, donde su ineficacia radica una vez más en que hacen parte de un Estado que se ordena como instrumento para el poder de clase, autoritario y represivo y de un sistema judicial instrumentalizado y politizado su a favor.
A esto llamamos la despolitización de la defensa de los derechos humanos, a un momento en que la lucha política se desplaza significativamente hacia el Estado y la institucionalidad de los organismos de Derechos Humanos convirtiéndose en una respuesta defensiva, relacionada con el acorralamiento al que se lleva al movimiento popular que le impide seguir y situarse de mejor manera en la lucha.
Ahora bien, es importante el desarrollo de estas iniciativas, sólo que es necesario llevar al centro nuevamente las banderas políticas y los diversos proyectos de país que son los que están en disputa y que explican la violencia de las clases en el poder. En este sentido el asesinato o la privación de la libertad de un líder campesino/a o popular, expresa no sólo una ruptura de los tejidos organizativos del pueblo que se ha dispuesto a organizarse y luchar, es también una agresión en contra del movimiento popular en su conjunto, es una afrenta a la lucha histórica por la tierra y la vida digna y sin duda representa un quiebre en la posibilidad de condiciones dignas de vida, alimentarias y ambientales, pues las transformaciones y los logros que surgen en los territorios en lucha, por más locales que parezcan, hacen parte de cambios mayores favorables al conjunto del país y la humanidad.
Todo lo anterior es lo que lleva un líder/esa social en sus manos; por ello se debe enaltecer su compromiso, su convicción y sus ideales, retornando a través de la memoria las razones de su lucha, su coraje y la valentía para no llevarle a un lugar de víctima cuya noción dominante tiene un significado bastante restrictivo, privilegia el cuerpo sufriente, atado a lo jurídico-legal, instrumentaliza los derechos humanos y normaliza ciertas prácticas violentas. La crítica a esta concepción toma distancia de lo exclusivamente sacrificial y muestra los límites del juridicismo(9). Un abordaje potente y no victimizante lo encontramos en el relato acerca del asesinato de Manuel Hernández El Boche(10), campesino del Sinú que luchó en contra de la matricula a inicios del siglo XX.
Los mohanes del Sinú favorecieron a Hernández y su causa.
Y fue difícil encontrarlo y despacharlo.
Así, después de mucho esfuerzo, sólo pudieron abatir al negro jacintero con una escopeta de cazar tigres armada de una bala mordida en cruz.
“Así no se mata a un hombre bueno”, fueron las últimas palabras de El Boche.
El Boche murió con el brazo en alto todavía blandiendo el machete, y así, sin poderlo enderezar, fue enterrado en una playa del Sinú, frente a Montería.
Por lo anterior es de gran relevancia situar una y otra vez el proyecto político, logrando la conjunción de iniciativas ante las amenazas a la vida y a la protesta. Es clave impulsar el reconocimiento político de las y los luchadores, líderes sociales y de los procesos organizativos. Igualmente difundir las experiencias de organización popular, los planes de vida comunitarios, la riqueza y diversidad de las luchas territoriales.
Una perspectiva política de defensa de los derechos humanos debería articular: la comprensión del contexto y la denuncia del entramado de poder que opera en los territorios a través de la doctrina de seguridad (gobierno, las empresas transnacionales, terratenientes, militares y paramilitares), la difusión de las propuestas políticas, los pliegos y las plataformas de lucha, desde un enfoque antipatriarcal para el análisis, las propuestas y la comprensión de los efectos.
Finalmente, hoy se posiciona una agenda urgente en Derechos Humanos que arranca por luchar y exigir el desmonte de la doctrina del enemigo interno, la reforma de las fuerzas militares y la policía, la derogación de la ley de seguridad ciudadana, el desmonte del Esmad, la libertad a las y los detenidos en el paro nacional… entre otras. Habrá que seguir haciendo la denuncia y exigiendo garantías y medidas cautelares, pero articulando con horizontes y agendas políticas, que rompan con la despolitización y victimización.
Notas
(1) Ver El Tiempo de la revuelta. Madrid, España. 2021. Di Cesare, Donatella.
(2) Ver Dignidad para cambiar el mundo. Los sujetos del paro de Octubre de 2019 en Ecuador. Moreno, Parra María et al. En Desbordes, Estallidos, Sujetos y Porvenires en América Latina, Fundación Rosa Luxemburg (2021).
(3) Los tipos de acción de movilización más frecuentes durante el primer mes de paro fueron cacerolazos, bloqueos, caravanas, acciones artísticas, concentraciones, marchas, rodadas, plan tortuga, caravana en bicicleta y conciertos.
(4) Maristella Svampa citada en Estallidos de indignación, levantamientos de esperanza. Cambios en los sujetos y sujetos del cambio. En Desbordes, Estallidos, Sujetos y Porvenires en América Latina, Fundación Rosa Luxemburg (2021).
(5) Op, Cit.
(6) Ver, Educación Popular y Movimientos Sociales en América Latina. Torres, Alfonso. Buenos Aires.( 2015).
(7) Op, Cit.
(8) Op, Cit.
(9) Ver, Educación y actualidad brasileña. Freire, Paulo. Buenos Aires.
(10) Ver, Historia doble de la Costa, Fals Borda, Orlando.1987.
Referencias.
Bringel, Breno (2021). Estallidos de indignación, levantamientos de esperanza. Cambios en los sujetos y sujetos del cambio. En Desbordes, Estallidos, Sujetos y Porvenires en América Latina, Fundación Rosa Luxemburg (2021).
Di Cesare, Donatella ( 2021). El Tiempo de la revuelta. Madrid, España. 2021.
Fals Borda, Orlando ( 1987) Historia doble de la Costa. Tomo IV Retorno a la tierra. Bogotá: publicaciones de La Rosca.
Freire, Paulo, ( 1959). Educación y actualidad brasileña. Siglo XX.. Buenos Aires, Argentina,
Moreno, Parra María et al. (2021) Dignidad para cambiar el mundo. Los sujetos del paro de Octubre de 2019 en Ecuador. En Desbordes, Estallidos, Sujetos y Porvenires en América Latina, Fundación Rosa Luxemburg