6 017 lideresas asesinadas….No retorno
Por: Esteban Espinosa M. y Juanita Serrano.
Colombia está sometida a la crisis provocada por la pandemia del coronavirus y el manejo que de ésta hacen las clases en el poder. Esta crisis golpea de forma demoledora la vida de millones de colombianas sumidas en la pobreza. La pandemia se suma a la violencia contra líderes y lideresas sociales, opositores contra el modelo de muerte que ha construido la mega minería, los monocultivos y los megaproyectos. En esta nota mostraremos algunos eventos que pueden explicar el asesinato de las y los liderazgos desde 2002, luego haremos un breve recorrido por la historia de Manuel Gustavo Chacón, Bernardo Jaramillo, Sandra Viviana Cuéllar y Marco Rivadeneira, lideres sociales asesinados, y por último, veremos la problemática desde la responsabilidad del Estado, su incapacidad y la persecución judicial a los liderazgos como varias caras de la misma violencia.
En el tiempo…
Según los datos del Centro Nacional de Memoria histórica CNMH y del Programa Somos Defensores PSD, desde el 2002 hasta el 2019 han sido asesinados alrededor de 6107 lideresas y líderes sociales en Colombia, lo que nos muestra la continuidad de los asesinatos en el tiempo. La década de 1990 coincide con los mayores picos de violencia en el país, fruto de la persecución a movimientos políticos y sociales como la UP y A luchar. El comienzo del proceso de paz con los paramilitares indicaba que podrían disminuir estos asesinatos.
Pero fruto de políticas de seguridad democrática, el Plan Colombia, incremento en los falsos positivos y el reacomodamiento paramilitar, los asesinatos se mantuvieron en el tiempo. Desde 2012 hasta el 2016 hay una tendencia a la baja como consecuencia del proceso de paz con las FARC. Luego de la firma del Acuerdo, las y los líderes emprendieron la pedagogía del proceso en las regiones quedando como un blanco principal por el incumplimiento del Gobierno y las pocas condiciones de seguridad en los territorios.
Ahora haremos un recorrido por la historia de cuatro líderes sociales y políticos: Manuel Gustavo Chacón Sarmiento, nacido en Charalá, Santander, en las tierras de la mística comunidad Guane, fue una de esas personas que, al ver las consecuencias de las injusticias y la corrupción de un sistema sobre las personas, se convirtió en un líder social. Perteneció a la USO (Unión Sindical Obrera), donde buscó equidad y bienestar de los trabajadores de la refinería más grande del país, en años donde el petróleo se acercaba a representar cerca del 20% del PIB. Cinco sicarios de la Armada Nacional le propinaron 21 disparos después de una falsa citación. Después de 33 años, los hechos no se han esclarecido.
Bernardo Jaramillo Ossa, experimentó varios matices en su construcción política, iniciando en la Juventud Comunista y convergiendo a ideas de revolución sin armas. Fue presidente de la Unión Patriótica en medio de la campaña de exterminio al partido. También candidato presidencial y gran opción para la ciudadanía; por ese segundo motivo fue asesinado en medio de muchos escoltas del DAS, entre otras entidades, por un sicario menor de edad. El joven sicario también fue asesinado y su cuerpo desaparecido.
Sandra Viviana Cuéllar, líder ambiental y estudiantil perteneciente al movimiento CENSAT Agua Viva. Estudiante de la Universidad Nacional y líder también de este espacio, denunció el saqueo y la destrucción de cuencas, humedales, paramos y bosques en Colombia. Con desconocido paradero desde el 2011 hasta hoy, sus padres, amigos y compañeros mantenemos viva su memoria. Terminó encaminada en la lucha porque no podía evitarlo al ver que su territorio era presa de destructivas ideas de progreso capitalista y devastación ambiental.
Marco Rivadeneira, defensor de derechos humanos y líder de su comunidad, fue parte del Coordinador Nacional Agrario (CNA). Defensor de la paz, presidente de la Asociación de Campesinos de Puerto Asís (ASOPUERTOASIS). Participó de varias iniciativas tanto nacionales como internacionales para el fortalecimiento de las estructuras productivas de las comunidades campesinas en medio del conflicto; trabajaba en la reconversión productiva de los cultivos de uso ilícito a iniciativas productivas alternativas en las comunidades.
Estos son solo algunos casos de los miles de liderazgos desaparecidos y asesinados por las balas y por medio de los cuales imponen el silencio y perpetuán la exclusión y la desigualdad. Sus vidas fueron arrebatadas por construir un mundo diferente.
Por último, vale la pena resaltar que el papel del Gobierno ha estado marcado en la negación de la sistematicidad de los asesinatos, suponiéndolos como líos pasionales, y cuando se involucran en los casos se quedan solamente en quienes ejecutaron los hechos y no quienes dieron la orden de estos asesinatos. Por lo tanto, se ratifica hoy que los asesinatos son un resultado de la violencia territorial que pone a los opositores como un blanco principal. Es necesario ratificar y organizar medidas de auto cuidado, como hoy lo están haciendo en las regiones las comunidades indígenas, negras y campesinas con sus guardias, y enfrentar también la persecución judicial a la que son sometidos diferentes liderazgos nacionales.