Camilo Torres Restrepo: a 91 años del natalicio del amor eficaz
Diego Mauricio Fajardo Cely
Apartes del texto introductorio del libro: Camilo Torres, a revolução do amor eficaz, en edición conjunta entre el Movimiento de Pequeños Agricultores de Brasil y Cedins.
En la historia reciente de Colombia pocos líderes sociales y políticos han alcanzado dimensiones de arraigo y trascendencia en el tiempo en todo el territorio nacional. Durante el siglo XX la importancia política de Camilo Torres Restrepo para el país quizá solo encuentra parangón en la emblemática figura de Jorge Eliecer Gaitán, el joven dirigente liberal cuyo asesinato el 9 de abril de 1948 puede contemplarse como un parte aguas en la corta vida republicana del estado nacional. Los ideales del sacerdote, sociólogo y dirigente político han despertado multitudinarias adhesiones a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado y en lo corrido del presente, su vida misma como testimonio de compromiso con las transformaciones estructurales que la sociedad colombiana demanda, explica la pasión que ha despertado en cada una de las generaciones de colombianos que le han sucedido.
Camilo Torres podría considerarse junto al emblemático Ernesto Che Guevara como uno de los líderes y revolucionarios latinoamericanos, con una dimensión universal. Su vida política y sus aportes en dimensiones como la doctrina social de la iglesia católica han conseguido tener una resonancia en prácticamente todo el mundo, considerado por muchos como el che de los católicos, fue el gran precursor de la opción preferencial por los pobres que los sacerdotes latinoamericanos adoptaran como apuesta de renovación cristiana en la II conferencia episcopal latinoamericana realizada en 1968 en Medellín. Conferencia que inspiró a millones de fieles y religiosos de todo el mundo en su vocación de construir una iglesia al servicio de los más necesitados.
La adjetivación como forma de encasillar dimensiones y experiencias sociales y humanas complejas ha reducido su memoria al adjetivo del cura guerrillero, opacando con ello toda su trayectoria como sociólogo, académico, religioso y líder popular. Su vinculación a la guerrilla rural, fruto de su liderazgo político y la amenaza contra su vida sólo se da a mediados de octubre de 1965, cuatro meses antes de su asesinato, pero esta ha permitido el significante más arraigado en el imaginario social para referirse a su vida y trayectoria política. Pero su apuesta subversora en las ciencias sociales, en el clero y en la propia política, fácilmente rompe el rígido apelativo con el que se ha tratado de rememorar.
Camilo, al regresar de sus estudios en la Universidad de Lovaina en Bélgica fue ordenado capellán de la Universidad Nacional de Colombia, donde junto a destacados sociólogos como Orlando Fals Borda, participó en 1959 de la fundación de la primera facultad de sociología del país. Aunque inicialmente defendió la noción de una ciencia objetiva y neutral(1), cercana a la idea positivista de la ciencia, rápidamente destacó como un docente que puso a la ciencia en los barrios populares de Bogotá, de hecho, fruto de su trabajo académico al interior de la facultad se constituyó el Movimiento Universitario de Promoción Comunal (MUNIPROC), con el cual los estudiantes centraron su actividad formativa en barrios como Tunjuelito, al sur de la ciudad. Esta experiencia realmente aportó a la transformación de la práctica investigativa y académica, descentrándola de los claustros universitarios y permitiendo que los sectores populares tuvieran cada vez más cabida en medio de la por entonces elitista universidad pública.
Investigaciones como La violencia y los cambios socioculturales en las áreas rurales, que fuera presentada como ponencia en el Primer Congreso de Sociología, La desintegración social: se están gestando dos subculturas o Los grupos de presión en Colombia evidencian su desarrollo académico al ubicar progresivamente en el centro de sus atenciones los problemas candentes de la sociedad colombiana(2). Esta inclinación investigativa y su salida de la Universidad Nacional en 1962 por conflictos con el cardenal Concha, que no veía con buenos ojos el protagonismo progresivo del capellán y profesor, cada vez le confirió mayor compromiso académico con el país permitiéndole comprender la compleja realidad de todo el territorio nacional.
Al ser nombrado como miembro de la junta directiva del recién creado Instituto de la Reforma Agraria (INCORA) y posteriormente al desempeñarse como decano del Instituto para la Acción Social (IAS) de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP), Camilo fue comprendiendo las difíciles condiciones de vida del campesinado y las complejas construcciones burocráticas y proselitistas estatales. Su paso por estas instituciones estuvo encaminado al acercamiento de la academia a las comunidades y sectores populares y a la formación de los mismos, uno de los principales ejemplos de ello es la escuela que fundó en Yopal, Casanare, llamada Unidad de Acción Rural (UAR) en la que cientos de campesinos fueron formados en temas de política agraria. Experiencias como estas lo hicieron, junto a Fals Borda, uno de los precursores de la acción comunal en el país.
Esta vinculación académica con las realidad colombiana y cercanía con el movimiento estudiantil le fue permitiendo comprender los retos de la transformaciones de las estructuras sociales y los roles que en ella debía jugar la iglesia católica y sus fieles. La iglesia colombiana tras la ordenación sacerdotal de Camilo en 1954, estaba abocada a limpiar su imagen y a estrechar sus relaciones con el poder político y económico, luego de haber jugado un papel decisivo en la llamada época de La Violencia (1946-1953), donde los clérigos avivaron desde los púlpitos la guerra entre el pueblo, lo que cobró miles de muertos.
En ese marco, Camilo y su creciente protagonismo político era una notoria incomodidad para la jerarquía clerical, encabezada por el cardenal Luis Concha Córdoba, que quería desmarcar en la formalidad a la iglesia de cualquier rol político. De hecho, la presión que los jerarcas religiosos impusieron en torno suyo le terminaron llevando a abandonar los hábitos el 27 de junio de 1965. Sin embargo, su elaboración teológica y pastoral trascendieron su renuncia al sacerdocio, convirtiéndose en el núcleo inspirador de la teología de la liberación, como bien lo reconoce Javier Giraldo.
La comunión entre la religión inspirada en la vida y obra de Jesucristo y las apuestas políticas de transformación social terminaron constituyéndose en elementos nodales del pensamiento de Camilo Torres. Desde sus años de estudio en Lovaina y recién ordenado sacerdote esta idea marcaba su forma de asumir el cristianismo, al entender que éste debía jugar un rol protagónico en la solución de los problemas más latentes de la sociedad(3), dimensiones fundamentales de la llamada teología de la liberación.
Su apuesta por un compromiso cristiano con los pobres lo sintetizó en la idea del amor eficaz, cuya centralidad radica en la interpretación radical del amor al prójimo. Para Camilo la teología debía estar al servicio de los pobres y no hecha sobre ellos, de tal forma que el ejercicio del amor al prójimo permitiera solucionar los problemas reales de estos y no limitarse a hablar y orar sobre los mismos; la caridad cristiana entonces no puede entonces pensarse como la realización de dicho amor profesado por Cristo, pues esta puede llegar a saciar el hambre y resolver el problema del vestido de los pobres por un día, pero de ninguna forma logra resolver el problema de fondo: la existencia misma de los pobres.
En una entrevista concedida al periodista francés Jean-Pierre Sergent en el segundo semestre de 1965, Camilo sostenía que en Colombia era imposible realizar el amor al prójimo simplemente por ejercicio de la beneficencia pues urgía un cambio de estructuras políticas, económicas y sociales, que exigían una revolución a la cual dicho amor estaba íntimamente ligado(4). Por lo que para Camilo, el amor al prójimo solo podía ser sincero y verdadero si era eficaz, es decir, abocado a la superación de la existencia del hambre, la pobreza y la miseria como problemas sociales, y no como afán diario de una u otra persona en particular.
Desde meses antes de su renuncia al sacerdocio, su vida estuvo dedicada de lleno a la formación de una plataforma que recogiera las apuestas más apremiantes y a la vez más simples de transformación en el país. Esta plataforma que finalmente no logró poner de acuerdo a todas las organizaciones de izquierda ni a los intelectuales a los que acudió para su elaboración, vio la luz en marzo de 1965 y se difundió rápidamente entre los sectores populares. La plataforma de elaboración muy básica y que sería el sustento elemental del proyecto político del Frente Unido, movimiento liderado por Camilo, logró agrupar inicialmente a comunistas, cristianos, sectores sociales adherentes a los partidos Conservador y Liberal y a miles de no alineados en algún partido político.
La apuesta de Camilo y los líderes del Frente Unido logró ser, aunque efímera, una respuesta certera al momento político del país. Mientras la oligarquía agrupada en los dos partidos tradicionales constituía el Frente Nacional para repartirse el poder por cuatro periodos presidenciales, Camilo lideraba la constitución de un Frente de todo el pueblo que tomara el poder y desarrollara un proceso de revolución para las mayorías. De allí, que la centralidad del llamado a la unidad del proyecto camilista (prescindir de todo lo que nos separa e insistir en todo lo que no une), no fuera la evocación de la unidad por la unidad, sino una apuesta estratégica para alcanzar la transformación de las estructuras sociales y políticas.
A través del periódico Frente Unido, que hizo las veces de órgano articulador y agitador del movimiento lanzó sus Mensajes a los no alineados, a los comunistas, al ejército, a los campesinos, a los estudiantes, a los cristianos, a los sindicalistas, y aclaró sus posiciones de desconfianza y prevención con toda estructura y estrategia utilizada por el establecimiento o el estado, como las elecciones, para dominar, engañar y enajenar.
Entre junio y octubre de 1965 Camilo Torres recorrió el país y congregó a más de un millón de personas en las plazas públicas para compartir la plataforma del Frente Unido. En octubre del mismo año se incorporó a las filas del ELN en las montañas de Santander desde donde envió el histórico Mensaje a los colombianos, dando esta conocer su decisión y justificándola como un acto consecuente del agotamiento de todas las vías legales para hacer política.
La dimensión ética y política del proyecto de Camilo Torres se ha constituido para miles de hombres y mujeres a lo largo y ancho del mundo, en una identidad política que persiste en la apuesta de transformación profunda de nuestras injustas sociedades contemporáneas. La obra intelectual y política de Camilo está plenamente vigente y se proyecta hacia el futuro, hoy cuando regímenes autoritarios necesitan ser removidos, para construir por fin la democracia, de la que hemos estado alejados, por la fuerza de las violencias oligárquicas.
Notas
(1) Reflexiones publicadas en Fondo Universitario Nacional, Primer Seminario de Capellanes Universitarios, 26-28 de septiembre de 1956. Bogotá, Empresa Nacional de Publicaciones, 1957, pp.73-75.
(2) Para Camilo la idea de la objetividad también estaba asociada a evitar los temas banales en la investigación, pues la ciencia debía estar al servicio de la comprensión y superación de los problemas nodales de la sociedad.
(3) El cristianismo es un humanismo integral. Revista Cultura Eclesiástica. 1956.
(4) Entrevista publicada por primera vez en el semanario Voz Proletaria, el 17 febrero de 1967. En Cristianismo y Revolución, Ediciones ERA, 1972