Cambios en el mundo del trabajo: politización del cuidado y servidumbre digital.
Milena Ochoa Larrotta
Actualizado 22 febrero de 2022
La dominación capitalista se configura de acuerdo con los modos de acumulación y los cambios que se producen en la naturaleza del trabajo, su mayor o menor grado de implementación depende de la posición y la consciencia de las y los trabajadores en la lucha de clases. Una lectura integral de estos cambios en la actualidad, signada por la crisis y la pandemia, contiene por lo menos los siguientes elementos: el reconocimiento del ajuste constante de la matriz productiva, la crisis del paradigma de desarrollo, las continuidades y cambios en la tipología de los conflictos laborales, las leyes y los ajustes en las políticas, y las respuestas de las organizaciones populares y de las y los trabajadores.
Los cambios en el mundo del trabajo son tendencias que se profundizan con la actual crisis. La pandemia no es la causante y su manejo sólo aceleró la realidad de la precariedad de la vida, que tiene uno de sus motores en la convergencia de la implementación del neoliberalismo y las innovaciones científico-técnicas.
De especial relevancia son los cambios, hoy acelerados, en la subjetividad de la clase que vive del trabajo; allí está el efecto más agudo de la crisis sindical actual. La intensidad de estas transformaciones tuvo consecuencias en las formas organizativas sindicales y en la concepción de la lucha obrero sindical, lo que conduce a una profunda crisis ideológica que impide a las y los trabajadores situarse de mejor manera en las luchas y avizorar para avanzar en su proyecto histórico.
Los estudios de la Organización Internacional del Trabajo – OIT acerca del impacto del COVID 19 en el mundo del trabajo, señalan los efectos sobre el aumento del desempleo y la reducción de las horas y los ingresos del trabajo, el desmejoramiento salarial y los impactos en grupos vulnerables como jóvenes, mujeres y migrantes; esto es un asunto que salta a la vista al salir a cualquier esquina o al centro de alguna ciudad. Cuando los intereses de clase priman sobre el derecho a la vida, los estados actúan como lo han venido haciendo: favoreciendo a los gremios, a los empresarios y al capital, especialmente el transnacional.
Esta situación debe leerse más a allá del escenario urbano y con enfoque diferencial, pues el impacto es mayor en el campo y el nivel de afectación aumenta en las mujeres y las disidencias sexuales por la discriminación y desigualdad ya existente . Los riesgos y los impactos son radicalmente diferentes porque están determinados por el origen de clase, raza y género como lo expresó con claridad la muerte del primer colombiano por Covid – 19 en Cartagena, en el 2020: un conductor de taxi con comorbilidad no tratada que fue contagiado por transportar un turista italiano.
Los trabajos esenciales para la vida, imprescindibles para el capital y sostén de la crisis.
En medio de la reestructuración de las relaciones laborales va ganando espacio el ámbito de la reproducción. Los cuidados que sostienen la vida históricamente han sido invisiblizados y en la actualidad el espacio doméstico se configura como escenario de trabajo en casa y teletrabajo, en los que el capital reduce y externaliza sus costos, es extensión de rutinas de protección e higienización. Todas estas actividades que desarrollan especialmente las mujeres se convierte en infraestructura que se hace imprescindible porque devela el límite del capital: aquello de lo que no puede prescindir para continuar.
La gestión de la pandemia a través de medidas sanitarias, individuales y circunscritas al ámbito familiar, amplifica la reproducción social y evidencia la fragilidad y precariedad de la infraestructura que sustenta la vida. En este contexto se desatan múltiples violencias patriarcales hacia las mujeres y las y los niños, se refuerza el sistema sexo/género y la concepción de la familia nuclear heterosexual. El capital obtiene una de sus mejores partidas, ya que el aumento de la productividad es indiscutible porque el funcionamiento de la casa – fábrica – escuela es de 24 horas.
Trabajadoras y trabajadores no sólo mal remunerados, si no despreciados e invisibilizados, pasaron a ser héroes con la misma celeridad que la pandemia desnudó la desigualdad del capitalismo: panaderos, barrenderos, aseadoras, enfermeras, campesina/os, domiciliarios, tendera/os y todas las actividades del cuidado y de especial desarrollo en los hogares, el sistema de salud, la alimentación y la limpieza, pasaron a ocupar un lugar socialmente irreemplazable.
Ahora bien, se necesita que ocupen el lugar político que merecen y esto es sólo posible a través de la lucha obrera. La denominación de héroes a las y los trabajadores tiene asidero, lamentablemente, en la forma en que se les despojó de su poder; no son héroes, son trabajadora/es, son quienes producen la riqueza en el mundo, su poder es inalcanzable cuando se proponen construirlo y ejercerlo.
Los cuerpos que sostienen la servidumbre digital y el capitalismo de plataforma
La innovación digital se estructura a partir de una serie de transformaciones que articulan la conectividad que permite el internet, la automatización del proceso de trabajo y la disponibilidad masiva de datos – Big Data-. En este contexto surgen poderosas corporaciones y nuevos tipos de negocios que se enfocan en la extracción y el uso de un tipo particular de materia prima: los datos. Las actividades de los usuarios son la fuente natural de esa materia prima, la cual, al igual que el petróleo, es un recurso que se extrae, se refina y se usa de distintas maneras.
La economía de plataforma contempla Facebook, Google, Amazon hasta plataformas como Rappi que proveen servicios, se desarrollan a través de algoritmos que se sostienen y realizan en cuerpos concretos: los de los miles de trabajadoras/es que compiten entre ellos, en general migrantes, mujeres, jóvenes y que, en la actualidad, aún siguen deambulando en las ciudades sosteniendo los privilegios y el confinamiento de otro/as. Se trata de áreas de trabajo precario, hiperexplotado, sin protección ante la enfermedad, que reproducen la brecha salarial y la división sexual del trabajo.
El universo del Big Data y los algoritmos no son una realidad inmaterial. Guiados por el gran capital y la lógica de la rentabilidad requieren por lo menos de cuatro condiciones para su desarrollo: mercados sostenidos en necesidades crecientes, costes de materias primas y disponibilidad de fuentes energéticas baratas, el conocimiento y condiciones aseguradas por los estados de explotación del mundo del trabajo, que generen la suficiente tasa de plus valor para hacer rentable la inversión .
La actual crisis podría ser el punto de inflexión en la batalla, por la privacidad de los datos: Hardware y software que se meten en la intimidad con el pretexto de rastrear la propagación del coronavirus, o para poder desarrollar el teletrabajo bajo condiciones de control al segundo, son solo parte de la nueva arquitectura de la explotación. En Colombia el gobierno de Iván Duque impulsó, y en este mismo sentido se desata, una agresiva campaña para que los estados inviertan en compañías tecnológicas privadas bajo la premisa de la solución a los problemas pandémicos y laborales:
Anuja Sonalker, CEO de Steer Tech, una compañía con sede en Maryland que vende tecnología para el auto estacionamiento de vehículos (self parking), resumió recientemente el discurso que genera el virus. «Hay una tendencia definida a la tecnología sin contacto con humanos», dijo. «Los humanos son biopeligrosos, las máquinas no lo son».
Las innovaciones tecnológicas diseñadas de esta manera se encuentran lejos de contribuir a la libertad humana. Son una poderosa herramienta de explotación, control y vigilancia que hacen de la telesalud, la educación virtual y el acceso a servicios, un laboratorio para implementar modificaciones que tienden a perpetuarse y que conducirán cada vez más, al despido masivo de trabajadora/es, a la desigualdad y a la pobreza.
Un giro acelerado, sin posibilidades de elección y que atenta contra los derechos laborales, ha sido la implementación del teletrabajo. La sobrecarga de actividades, no contar con horarios, la inexistencia del límite entre la vida profesional y la privada, se suman al control creciente de la vida de las y los trabajadores a través de las plataformas. Si bien el teletrabajo en Colombia se encuentra regulado, según la ley 1221 de 2008 (Decreto reglamentario 0884 de 2012), esto no implica garantías laborales, mucho más en la actual contingencia donde se evidencia cómo se ha convertido en un escenario de acoso laboral, de vigilancia y de ataques constantes a la dignidad de las y los trabajadores.
El aislamiento del entorno humano del trabajo afecta las relaciones sociales, el uso excesivo de las tecnologías de la información deteriora la salud física y emocional ocasionando ansiedad, adicción, agotamiento, mucho más en los casos de padres, madres o cuidadora/es. En todos estos casos, el mayor impacto en el trabajo es la contribución a su híper desnaturalización; su dimensión social es esencial, en tanto posibilidad, aunque limitada, de creación humana y de organización de las y los trabajadores. Difícilmente se gestarán organizaciones de trabajadores sin la posibilidad de encuentro que conduce a la superación colectiva de las problemáticas laborales, a la conspiración, la organización y la lucha.
La profundización de estas transformaciones genera una serie de desafíos para la clase que vive del trabajo y para las organizaciones sindicales, por lo cual se deben redoblar esfuerzos en diversos aspectos:
La importancia de elevar la capacidad de lucha, organización y transformación en todos los campos de la vida se hace urgente. La normalidad del capitalismo era el problema, la normalidad de los movimientos populares y revolucionarios también, ya que, de no enfrentar la realidad, aquí y ahora cambiando las formas tradicionales de actuación política, pueden presentarse consecuencias devastadoras, en tanto la responsabilidad ética y política de los proyectos transformadores en impedir que capitalismo patriarcal y colonial se recicle.
La unidad de las y los trabajadores implica reconocer que las luchas hoy deben tener un carácter global, los efectos de la crisis, la voracidad del capitalismo y la pandemia son en este orden.
Ampliar la comprensión acerca de los cambios en el mundo del trabajo y transformar los modelos de organización sindical existentes. Los modelos actuales difícilmente dan cuenta de la realidad de la mayoría de las y los trabajadores y de la aceleración de estos cambios, en medio de la pandemia, esto es una tarea urgente.
Juntar luchas históricas con reivindicaciones actuales. A las luchas por las 8 horas de trabajo se apareja al derecho a la desconexión laboral, al tiempo libre, al ocio, todas exigencias esenciales para la vida humana.
Los trabajos del cuidado deben ocupar el lugar político que les pertenece articulados con el fortalecimiento de la lucha obrera antipatriarcal. Confrontar las formas patriarcales y conservadoras que van ganando terreno no sólo en las organizaciones sindicales, también en los movimientos populares. En la actualidad el protagonismo de las mujeres al soportar la crisis, la creciente desigualdad y la pandemia es indiscutible, en casa, en el trabajo, con dobles y triples jornadas, el potencial de las luchas feministas es enorme ya que se ha expuesto con total claridad la esencialidad del trabajo del cuidado, del trabajo como actividad humana en la producción y la reproducción de la vida.
Fuentes.
Antunes, Ricardo. La metamorfosis del trabajo. ¿Adiós al trabajo? Ensayo sobre la metamorfosis y el rol central del mundo del trabajo. Brasil (1995).
Klein, Naomi. Distopía de alta tecnología: la receta que se gesta en Nueva York para el post-coronavirus.2020.
Organización Internacional del Trabajo. ¿En qué medida va a afectar el COVID-19 al mundo del trabajo? En
https://www.ilo.org/global/topics/coronavirus/impacts-and-responses/WCMS_739398/lang–es/index.htm
Srnicek, Nieck. Capitalismo de plataformas. Buenos Aires, 2018.