Soberanía alimentaria en tiempos de coronavirus
Por: Equipo Cedins.
Cuando se quiere entender qué ocurre en el sector rural siempre es pertinente considerar los conflictos asociados a la tierra; sin duda esta coyuntura no será la excepción.
En Colombia existe un desequilibrio forzoso, entre la vocación y el uso que se le da al suelo: De las ciento catorce millones de hectáreas (114.000.000 Ha) de extensión territorial con las que cuenta el país, veintidós millones tienen vocación para que se desarrollen actividades agrícolas, pero sólo 5.3 millones se utilizan para tal fin. Para el caso de la vocación ganadera, el país posee quince millones de hectáreas, pero destina a este uso 34 millones. (1)
Como puede verse, el uso del suelo no responde a su vocación, pero además, el 19% de la tierra en el país está ocupada por el 99% de las fincas (2), las cuales pertenecen a campesinos pobres y medios.
Entonces tenemos un primer elemento que explica la destrucción de la economía campesina, y que en esta coyuntura del Covid-19 se pone de manifiesto con el hambre que acosa a los pobres de las grandes ciudades y con la especulación y los altos costos de los productos agrícolas; sin acceso a tierra la posibilidad de producción alimentaria campesina se reduce a su mínima expresión y si los campesinos no producen, los millones de habitantes en las ciudades no comen bajo una política de seguridad y soberanía alimentaria, viéndose obligados a depender de la importación de alimentos, a pagar sobrecostos y a la reducción de la oferta de productos sanos.
Ahora bien, en el país confluyen dos fenómenos adicionales: El primero tiene que ver con la importación de alimentos, impuesta luego de la destrucción de la economía campesina y una parte de la producción alimentaria industrial; en el 2019 se estaban importando alrededor de 13 millones de toneladas de comida. Vale la pena recordar que el 85% del maíz se importa a pesar de que Colombia perfectamente puede producir el grano (3). Para completar, a noviembre del año pasado las importaciones alimentarias aumentaron 11.4%, lo que se traduce en más de 400 millones de dólares que se llevan los monopolios transnacionales.(4)
La actual crisis ha frenado una parte del comercio mundial y el que se mantiene impone precios elevados, debido a su carácter monopólico, reforzado por el precio del dólar. Significa que la comida se encarecerá y el precio terminará siendo asumido por los habitantes empobrecidos, quienes tendrán que reducir aún más su consumo alimentario y de calorías, dado el encarecimiento de los alimentos básicos.
El siguiente elemento es la producción local de alimentos. A pesar de las no pocas trabas que se les pone a las comunidades rurales, son estas las que producen el 70% de la comida que se consume en el país (5). Es una cifra considerable, pero se viene deteriorando teniendo en cuenta que en el 2016 producían el 83.5% (6). Sin duda esa disminución es resultado de la falta de políticas destinadas al campo y la pequeña producción, la persecución política a las organizaciones campesinas y el favorecimiento de proyectos que van en detrimento de las economías locales.
Una cifra muy diciente de la crisis alimentaria que se vive en el país es el 9.76 millones de toneladas que se botan a la basura, lo que equivale al 34% del total de alimentos producidos (7); mientras esto ocurre, 2,4 millones de personas pasan hambre en Colombia (8). Los grandes comerciantes prefieren que se pierda a distribuirla, y no hay un Estado que compre y distribuya. Otra buena parte se pierde en veredas y corregimientos, ya que los intermediarios ponen las condiciones y solo adquieren lo que tienen asegurado re vender.
Situación que merece especial atención es el de las mujeres campesinas, negras e indígenas, que producen en el mundo el 50% de los alimentos que consumimos, cifra que para América Latina y países pobres de otros continentes llega hasta un 80%, según la FAO y la Vía Campesina. Si las mujeres rurales tuvieran mejores condiciones, esto es, con tierras, con asistencia técnica, ganando más y trabajando menos, cerca 1.250 millones de personas dejarían de pasar hambre a nivel mundial (9). Las mujeres son quienes más producen.
Las anteriores líneas muestran con claridad que persisten problemas estructurales de acceso a la tierra, de producción y de distribución. En Colombia, a pesar de la producción que campesinos y campesinas mantienen contra viento y marea, mucha de esa comida se pierde por la imposibilidad de llevarla a lugares donde se pueda vender y la poca que se logra vender es mal pagada pues como lo ha demostrado la experiencia, la mayoría de las ganancias se quedan en los intermediarios. Mientras tanto se le da paso a la comida importada para suplir las necesidades alimentarias, no sólo acabando con las economías locales, sino abandonando torda política de soberanía alimentaria nacional, con las profundas implicaciones que esto tiene, como el posible cierre de comercio por guerras comerciales, conflictos de diferente índole o la actual pandemia.
La crisis actual exige que una actividad que sí debe considerarse de utilidad pública e interés social es la producción de alimentos y no las actividades extractivas que compiten contra aquellas, que en gran medida son responsables de la crisis alimentaria y quiebra de las economías locales rurales.
Salidas estratégicas y salidas urgentes a la actual crisis.
En los barrios empobrecidos de las ciudades de Colombia aparecen cada vez más trapos rojos, señal de que en esas casas se está pasando hambre. En otros lugares, pobladores paran camiones y tracto mulas buscando alimentos, unos más entran violentamente a tiendas y supermercados a rebuscar algo que comer. La crisis ya se manifiesta y se va a profundizar.
Desde las organizaciones populares, especialmente las campesinas y étnicas, urge trazar rutas estratégicas y salidas cotidianas a esta problemática.
En lo estratégico:
- Se ratifica la necesidad de una reforma agraria integral, rápida y masiva, que ponga la tierra en manos de quienes la trabajan y producen: campesinas y campesinos, comunidades indígenas y negras.
- La crisis debe hacer imparable una transición del modelo de producción con agrotóxicos hacia la agricultura orgánica.
- Se debe reconocer al campesinado como sujeto de derechos y con ello, hacer de la producción y la economía campesina el soporte de la soberanía alimentaria nacional.
En lo urgente y cotidiano:
- Eliminar la intermediación en la comercialización de productos agrícolas. El Estado, a nivel municipal, departamental y nacional debe comprar directamente a los productores campesinos y distribuir los alimentos en los centros urbanos.
- Para que los campesinos, campesinas y comunidades étnicas puedan seguir produciendo se les debe asignar una Renta Básica Universal que garantice su existencia y la de su familia.
- Se deben condonar las deudas que pequeños y medianos productores agropecuarios tienen en bancos y otras instituciones financieras. No se puede seguir produciendo alimentos si los pocos ingresos se van en pagar créditos.
- Parar de forma inmediata las importaciones de alimentos, sustituyendo con producción campesina y étnica.
- A nivel local, desde las fortalezas de la economía campesina y el poder popular, establecer mercados campesinos autónomos, donde mediante el trueque y la solidaridad se garantice que nadie pase hambre.
En la actual crisis se hace necesario reconocer e impulsar políticas que se tornen permanentes para rescatar la economía campesina y la soberanía alimentaria, teniendo como protagonistas principales a los y las campesinas y sus organizaciones; olvidados y ninguneados desde siempre y hoy actores fundamentales para alimentar a todos los colombianos y colombianas.
Notas y referencias
(1) Datos tomados de la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria UPRA. En: https://www.minagricultura.gov.co/Documents/UPRA_Oferta_Institucional.pdf . Recuperado el 2 de abril de 2020.
(2) Un millón de hogares de campesinos en Colombia tienen menos tierra que una vaca. (2018). Semana Rural. Recuperado el 1 de abril del 2020.
(3) Importaciones agrícolas: Reclamo a Minagricultura en el Congreso. (2019) RCN Radio. Recuperado el 1 de abril del 2020.
(4) Los productos que más se importan en Colombia. (2020). El Tiempo. Recuperado el 1 de abril del 2020.
(5) Las injusticias que hay entre el campo y nuestras mesas. (2020) Cero Setenta. Recuperado el 1 de abril del 2020.
(6) El 83.5% de los alimentos que consumen los colombianos son producidos por nuestros campesinos. (2016). Min.Agricultura. Recuperado el 1 de abril del 2020.
(7) En América Latina se desperdicia el 20% de la comida que se produce en el mundo. (2019) Semana Sostenible. Recuperado el 1 de abril del 2020.
(8) ¿Cuánta comida se bota en Colombia y qué pasa con ella? (2020). El Colombiano. Recuperado el 1 de abril del 2020.
(9) Hambre, la paradoja de quienes producen la comida en el mundo. (2019) Semana Sostenible. Recuperado el 1 de abril del 2020.