Notas de coyuntura: El Covid-19 como potenciador de la crisis global del capitalismo
Por: Alfredo Burbano – Equipo Cedins
Estas notas recogen los debates y análisis que se han desarrollado en Cedins y en varios espacios formativos con organizaciones y procesos del Congreso de los Pueblos. Como toda herramienta de análisis y trasformación, el documento está abierto a críticas y aportes. Recordamos que el propósito del ejercicio es hacer un balance de la correlación de fuerzas en la lucha de clases, en el nivel nacional y global.
En medio del pánico generado por el manejo político y mediático de la pandemia del coronavirus, los pueblos, movimientos sociales y la intelectualidad de izquierda comienzan a hacer análisis más pausados y profundos, superando el intento de inmovilización que conlleva la gestión de la pandemia por el capital.
La pandemia, pieza geopolítica e impactos con sello de clase
Si bien la pandemia es el tema actual, la coyuntura se empezó a fraguar a mediados del año pasado, cuando se manifestaron con más claridad los síntomas de la crisis de la civilización surgida del capital, al llegar a su punto máximo varias de las tendencias o sub crisis, que hicieron pensar en la llegada a un parte aguas o un punto de quiebre. Por las experiencias históricas sabemos que no necesariamente el punto de quiebre puede derivar en mejores condiciones sociales y políticas para los pueblos, sino que se abre a varias opciones o vías, sobre las cuales hay que estar vigilantes.
En esa perspectiva, haciendo conciencia de este momento especial, metodológicamente debemos manifestar que la coyuntura actual hunde sus impactos en estructuras más profundas de la sociedad y el planeta, amenazando con cambios del orden del período y la fase capitalista por la que atraviesa la sociedad global.
Hacia mediados del año 2019 China lanzó una ofensiva de búsqueda de nuevos proveedores de materias primas agrícolas, para llenar el vacío que dejaba la cancelación de importaciones de soya norteamericana. La señal lanzada al mercado hizo que Brasil y Argentina promovieran miles de nuevas hectáreas de cultivos de soya, muchas de ellas en la selva amazónica o ecosistemas frágiles, que “casualmente” fueron afectados por incendios y por una deforestación acelerada, en agosto y septiembre. La guerra comercial entre las cabezas de los dos bloques de poder mundial, se conectó así, directamente, con crisis la climática, alimentaria y energética.
Casi al tiempo, las Naciones Unidas manifestaron en su análisis de perspectivas económicas para el 2019 que “Los principales indicadores señalan un cierto debilitamiento del impulso económico en muchos países en 2019, en medio de una escalada de las disputas comerciales, riesgos de tensiones financieras y de volatilidad y un trasfondo de tensiones geopolíticas.”(1) Esta descripción diplomática de lo que sucede con la economía mundo, debe explicarse de otra manera, de forma más clara: el capital no solo mantiene su crisis (proveniente del 2008), sino que la profundiza.
En ese contexto, de confluencia de varias crisis, es que emerge la pandemia causada por el Covid-19, la cual no hace más que catalizar el momento de definiciones. El coronavirus no genera la crisis actual, cataliza y potencia la crisis civilizatoria, entendida como el agotamiento de todas las matrices que sostienen la sociedad actual: la industrial, la energética, la alimentaria, la cultural y la política. La civilización surgida del capital hace agua por todos los flancos y el coronavirus llega para poner un jaque, pero son las clases, movimientos y bloques de poder los que deben hacer la siguiente jugada.
De ahí, que la pandemia se convierta en el “hecho detonante” de la presente coyuntura, y que su gestión, desborde la órbita de la salud, para alcanzar las áreas de la geopolítica y la gobernabilidad nacional.
En la gestión de la pandemia se juegan los intereses y la correlación de fuerzas de los bloques mundiales de poder. Si el virus fue implantado en China por los EEUU, en medio de la guerra comercial, o si fue producto de la intervención agresiva sobre la vida silvestre, pasa a un segundo plano, ya que en uno u otro caso, se ha salido de madre y hoy contagia a los habitantes de casi todos los países del mundo.
Lo que es evidente, es que China ha logrado gestionar con mejores resultados la pandemia, ha logrado contenerla y lanza una ofensiva diplomática de ayuda humanitaria y con ayudas en tecnología de salud hacia todo el mundo, especialmente hacia Europa, con el claro objetivo de debilitar y ganar para si, una parte de la maltrecha Unión Europea. Rusia y Cuba se suman a esta iniciativa, con distintos niveles de posibilidades, pero frente a la imagen aturdida e irresponsable de Trump, emerge un Putin serio y solidario; ante la agresiva y criminal política exterior norteamericana, que abandona a sus socios a su suerte, se proyecta la solidaridad cubana.
Convertida la pandemia en pieza preciada de la política y la geopolítica, dos modelos de gestión y contención de la pandemia se enfrentan claramente en el mundo: el modelo Trump de privilegiar la economía, evitar el cierre de ciudades y esquivar el uso de la cuarentena sanitaria, el tratamiento focalizado a los ya contagiados con uso masivo de fármacos para beneplácito de las grandes farmacéuticas y las pocas o tardías acciones preventivas, deja un panorama desolador en la población de los EEUU, país que, como se observa en el mapa de la Universidad John Hopkins, ya encabeza la lista con mayor número de contagios, reportando al momento de redactar estas notas más de 142.000 contagios y 2.400 personas fallecidas.
Por otra parte se encuentra el modelo Chino-ruso-cubano, que tiene varias modalidades y situaciones: acciones de aislamiento de la población en grandes magnitudes (China confinó y restringió la movilidad y contacto en toda la provincia Hubei de 60 millones de habitantes), cuarentenas con cese laboral absoluto (Putin ha decretado cese de toda la economía por una semana) y atención sanitaria especializada y focalizada por parte de Cuba, en medio de las limitaciones que deja el brutal bloqueo. Según las cifras y lo que nos muestra el mapa, el modelo Chino supera al modelo Trump, en contención, atención sanitaria y recuperación de pacientes, y al parecer también en la gestión política de la crisis.
Para finalizar, hay que agregar que más allá de las estadísticas de contagiados y muertos por el Covid-19, el impacto de este tipo de desastres, igual que lo que sucede con los terremotos, inundaciones o tsunamis, tienen una una fuerza de clase. Si bien biológicamente el virus puede infectar a cualquier ser humano, los que mueren son mayoritariamente trabajadores y trabajadoras, el precariato, mujeres que como enfermeras están en la primera línea de combate a la pandemia. También sobre estos sectores recae el peso de las medidas que toman los gobiernos: ellos y ellas no pueden quedarse en casa, o bien porque son convocados a mantener en funcionamiento lo básico del Estado y la economía, o porque deben salir al rebusque. Como dice Harvey “el avance del COVID-19 exhibe todas las características de una pandemia de clase, género y raza. Si bien los esfuerzos de mitigación se encubren con la retórica de que “estamos todos juntos en esto”, la práctica, sobre todo de los gobiernos nacionales, sugiere motivaciones más siniestras” (2)
Balance del estado actual de los bloques de poder global
China, Rusia y Cuba, (en el caso de la isla demostrando un formidable espíritu de solidaridad,) se han movido hábilmente en medio de la crisis: China, en materia económica, luego del frenazo de la economía en los meses de enero y febrero, maniobró y retomó la iniciativa, comprando a bajo precio acciones de varias empresas de occidente de los sectores químico y tecnológico; y en el terreno político, ha desplegado una campaña mundial de apoyo a otros países para superar la pandemia. Especial interés despliega China para influenciar sobre algunos países europeos afectados por la crisis de la pandemia como Italia y España, abandonados no solo por Trump, sino por sus socios europeos Alemanes y Holandeses, quienes se oponen a un plan Marshall y a la distribución de bonos para solventar la crisis. El futuro y utilidad de la Unión Europea está en veremos. Rusia y Cuba han aprovechado para moverse en la misma dirección, generando un ambiente político favorable al levantamiento del bloqueo de la isla y Putin proyectando una imagen de presidente responsable y solidario.
Se ha producido,entonces un desplazamiento de la favorabilidad y la capacidad de acción y liderazgo hacia el lado del bloque Chino-Ruso y una caída y mayor desconfianza frente al liderazgo norteamericano. Esta situación puede derivar en un escenario de debilitamiento definitivo de la Unión Europea y un nuevo ordenamiento de las relaciones políticas y comerciales de algunos países favorable a China. Queda la incógnita de como se transformará la Otan ante estas nuevas realidades.
¿Pero la economía capitalista global logrará recuperarse? Dijimos antes que el Covid-19 llegó a instalarse en un escenario de crisis general, frenando aún más la economía y el comercio. Por el momento los Estados están quemando reservas para fondear al sistema financiero y a grandes industriales, pero con el precio del petróleo por el suelo y la incertidumbre de la duración de la pandemia, el futuro del capitalismo no está asegurado, viéndose obligado a reciclarse, si antes no lo destruye la revuelta social.
La derecha latinoamericana: entre la incapacidad, el odio de clase y la manipulación.
El golpe de estado imperialista y racista contra el gobierno de Evo Morales (noviembre de 2019) cerró definitivamente el ciclo de gobiernos progresistas en América Latina. Apenas dos meses atrás un nuevo ciclo de masivas y combativas movilizaciones callejeras empezaban a sacudir la región, destacándose Haití, Honduras, Ecuador, Chile, Colombia: los pueblos volvieron a barajar la correlación de fuerza y expresan con hechos que la movilización, el paro y la huelga son la vía para recomponer las iniciativas.
El ciclo de gobiernos progresistas deja varias lecciones, algunas de dolorosa trascendencia histórica:
a) Recuerda que poder y gobierno no siempre coinciden. Con excepción de la Venezuela de Hugo Chávez que contó con un fuerte apoyo de las fuerzas militares para emprender las transformaciones, los movimientos sociales y partidos políticos de centro y centro izquierda que llegaron al gobierno, nunca tuvieron el poder real, limitándose a hacer ejercicios superficiales de gobernabilidad, enfocados a políticas sociales redistributivas, pero dejando intocables los poderes económico y especialmente el poder militar. Son las fuerzas militares las que ahora, en la retoma de los gobiernos por parte de las oligarquías, juegan el papel de fiel de la balanza, inclinando la correlación de fuerzas en contra de las opciones populares. Son carabineros los que sostienen a Piñera en el poder y masacran al pueblo Chileno; es el ejército y la policía quienes respaldaron el golpe de estado en Bolivia y decidieron la suerte de la contienda; fueron las fuerzas armadas ecuatorianas, quienes en contra de la voluntad popular sostuvieron a Moreno en la presidencia.
b) Las alianzas con las oligarquías nunca terminan bien. En todos los países del ciclo progresista, sectores de las oligarquías criollas, subsidiarias de empresas transnacionales, cogobernaron y disfrutaron de favorabilidad en los negocios. Cuando fueron aupadas por el imperialismo norteamericano recuperaron el gobierno a sangre y fuego (como es evidente en los casos de Brasil, Honduras, Bolivia), o generaron fuertes desestabilizaciones capitalizadas luego electoralmente (caso Argentina), cometieron felonía y traición (caso Ecuador) o contribuyeron a fracasados casos de intervención y golpe de estado como en Venezuela.
c) Si se habla de revolución hay que hacer transformaciones, empezando por el modelo económico. En varios países se tituló el proceso como una revolución (Ecuador, Bolivia), pero no se rompió con el modelo extractivista dependiente, ni se profundizó la democracia; por el contrario, se convivió con la ya decadente democracia liberal y se habilitó la institucionalidad para el extractivismo neoliberal transnacionalizado. Ahora bien, es cierto que muchos países no tienen como hacer de forma rápida las transiciones hacia otros modelos de economía y política, pero eso no puede llevar a la resignación de hacer en cuerpo ajeno, lo que las oligarquías venían haciendo.
d) En los aprendizajes positivos, se demostró que es posible, con la unidad latinoamericana, hacer un bloque de contención al imperalismo, acercando los idearios de una sola nación, vislumbrada por Martí, Bolívar y Guevara, y que se mantiene como realidad a través de la unidad de los pueblos indígenas. De igual manera, la arquitectura de integración antimperialista, hace prever futuros sin fronteras donde se despliegan grandes capacidades de los pueblos nuestroamericanos. Experiencias como el Alba, Telesur, Petrocaribe, Mercosur, señalan los pasos iniciales de una sola nación con muchos pueblos actuando; un continente plurinacional con horizonte común.
El Coronavirus encuentra entonces un continente nuevamente movilizado y una derecha, recuperando terreno, pero con agudos problemas de gobernabilidad en varios países: la corrupción sale a flote en toda su dimensión, lo mismo que la falta de autonomía e independencia frente al imperialismo latinoamericano. La gestión de la pandemia se va a convertir en una cortina de humo, que va a aplazar las luchas que se estaban desarrollando y va a ocultar o desviar, temporalmente, los problemas de gobernabilidad.
Con los sistemas de salud pública destruidos, la pandemia empieza a hacer estragos en el continente. Sin embargo, los gobiernos de derecha con Bolsonaro a la cabeza, copiando a Trump, han dado un manejo errático a la crisis sanitaria, privilegiando los negocios a la vida de las personas. Eso explica que Brasil, Chile y Ecuador estén punteando en numero de infectados y muertos. Otra cara de la moneda, se manifiesta en el hecho de hacer emerger el talante autoritario y neofascista de estos regímenes.
A diferencia de Europa cuyos pueblos apenas empiezan a reaccionar, en latinoamérica la pandemia va acompañada de la exacerbación de múltiples conflictos sociales y políticos. Luego de un primer momento de desconcierto e incredulidad, miles de personas en Colombia, Brasil, Chile se mantienen o salen a las calles a exigir alimentos y techo. Igual empieza a pasar en Italia y Estados Unidos, pero la desobediencia a las medidas sanitarias, la desobediencia carcelaria, la exigencia de políticas sociales, tomará en los países latinoamericanos dimensiones insospechadas. Desde latinoamérica se entiende con más facilidad y en carne propia que la pandemia desnuda el conflicto de clases, que sólo los ricos se pueden proteger y salvar y que da lo mismo seguir muriendo de hambre o por el coronavirus.
Las medidas sanitarias en la mayoría de países han sido acompañadas por medidas transitorias, de control social: toques de queda nocturnos, sanciones y comparendos, movilidad restringida y en medio de estas limitaciones los EEUU, con la ayuda de sus socios latinoamericanos, mantiene el curso de sus operaciones de guerra contra venezuela, tal como se evidenció con el intento de entrar armas desde Colombia para la derecha venezolana. Trump adapta y aprovechan estos tiempos para pulir sus operaciones contra los pueblos, gobiernos y opositores, entre ellos lo que queda de gobiernos progresistas, con especial virulencia contra Venezuela, la insurgencia colombiana y toda forma de oposición.
La situación de excepcionalidad en que entran los países por la pandemia, golpea las economías nacionales, especialmente aquellas que dependen del petróleo y otras cuya estructura alimentaria ha sido destruida por el neoliberalismo. Devaluación, crecimiento de la deuda por los altos precios del dólar, cierre de empresas que dependen de importaciones son solo la punta del iceberg de la crisis económica. Si habrá quiebras y empresarios afectados, pero nuevamente estos trasladarán la crisis, como ya lo vienen haciendo, hacia los trabajadores y trabajadoras.
Balance regional
Los movimientos populares, la izquierda, los pueblos ancestrales han recuperado la calle y las carreteras como escenarios privilegiados de acción política, cerrando el experimiento progresista. Sin embargo, la llegada de la pandemia del coronavirus aplaza la lucha, las movilizaciones y la acción pública colectiva, cediéndole a los gobiernos el manejo de la crisis sanitaria.
Se ha agotado, al menos por el momento, el enfoque y el ejercicio de llegar a gobiernos por la vía electoral sin resolver el problema del poder. Este agotamiento va de la mano de una de las sub crisis civilizatorias: el fin de la democracia liberal representativa. Esto no quiere decir que variadas expresiones sociales no sigan intentando llegar al gobierno, pero como ciclo con alcances estructurales se ha cerrado y hay la necesidad de plantear nuevos caminos, aprendiendo de las experiencias pasadas.
Colombia: Fractura de subjetividades y sostenimiento autoritario del régimen.
El paro potenciado con la convocatoria del 21 de noviembre de 2019, produjo una serie de cambios y rupturas en la normalidad del conflicto social y político en el país. Señalemos algunas de ellas:
a) Se produce un cambio de mentalidades en una parte importante de la sociedad, especialmente mujeres y hombres jóvenes, que salen a la calle a luchar por una agenda de reivindicaciones diversa y sin miedo.
b) Se desata una expresión urbana, radical en sus posturas, rompiendo décadas de bajo protagonismo, el cual había estado centrado en los movimiento rurales (indígenas, afros y campesinos). Este movimiento identifica al sector más a la derecha del establecimiento (el uribismo), como responsable de la crisis nacional.
c) Se produjo una fractura, primero de confianza, y luego de subjetividades, entre el movimiento que se expresaba en la calle y la dirección del paro, concentrada en el Comando Nacional de Paro. Explicamos: mientras el interés y la dinámica del movimiento era seguir manifestándose en las calles, transformando las cotidianidades y exigiendo cambios inmediatos, el CNP quizo encausar ese movimiento hacia una negociación con el gobierno. Podemos decir que las dos partes soló coinciden temporalmente en el 21N, luego cada cual tiene ópticas y dinámicas distintas.
A pesar de que el movimiento se agota, queda un acumulado en correlación de fuerzas, especialmente de índole cultural, al lograr vincular y politizar a una generación de jóvenes a la lucha social y política. Así mismo, el uribismo cae y se desgasta como partido y como corriente política, arrastrando tras de si en su caída al gobierno de Iván Duque.
LLegado el coronavirus, la mala gestión de la crisis ha generado desobediencia y protestas. En varias partes del país los más pobres y los migrantes venezolanos hacen plantones, piden alimentos y subsidios, y los más viejos hacen filas para recibir un menguado aporte económico. Pero esto no va a quedar ahí y es posible que crezca el malestar y se pase a las acciones de hecho para procurarse el pan.
El tratamiento a estos descontentos es policial y represivo. La cuarentena no va a funcionar si no se atiende la provisión de alimentos a buena parte de la población. Por otra parte se empieza a generar otro conflicto social por los despidos masivos de trabajadores en varios sectores: turismo, servicios alimentarios, comercio, etc y en el sector petrolero, según la denuncia la Unión Sindical Obrera, los despedidos ya son cerca de 3.000.
Iván Duque, orientado y presionado por los empresarios millonarios, traza políticas para salvar a los bancos y a las grandes empresas y ese comportamiento le causa más desgaste. Surge para él la amenaza de convertirse en un chivo expiatorio de la oligarqupia, que no dudará en sacrificarlo, para mantener el poder.
Hoy, la fractura de subjetividades, ya expresada en el paro del año pasado, se ha trasladado al entendimiento y comportamiento frente a la pandemia. La mayoría de las organizaciones de izquierda, intelectuales progresistas y hasta marxistas entraron en pánico y llamaron a medidas policiales, y de autocuidado individual, mientras que una buena parte de la población sigue saliendo a las calles por obligación laboral o a rebuscarse la vida. En los barrios populares la gente sigue saliendo a las calles a comprar diariamente en la tienda del barrio. Una parte de la izquierda llama a lavarse las manos y a quedarse en casa, mientras el capital y los regímenes de derecha reprimen a la gente en las calles y profundizan las medidas de control social.
En medio de la cuarentena han sido asesinado 5 lideres sociales y varios excombatientes de Farc. Disidencias, no se sabe de cuáles, hostigan a los pueblos indígenas del norte del Cauca, al Eln se le pide tregua unilateral, que concede a razón de la pandemia. Más que la salud, la política es el campo de la gestión de la pandemia y lo preocupante es que una parte de la izquierda vive en un mundo paralelo a la realidad de la pobresía y de las regiones.
Balance de correlación de fuerzas nacional
El paro del 21N se tradujo en una politización masiva de mujeres y hombres jóvenes, que rompieron con las mentalidades del miedo y el odio. Es una generación con la cual se contará para lucha futuras. Sin embargo, la fractura de subjetividades entre los sectores organizados y las personas movilizadas, impidieron mayores logros y acumulados. Aunque se recupera correlación de fuerzas para el campo popular y de izquierda, la oligarquía, apoyada en la violencia de estado, mantiene la hegemonía. El uribismo, como expresión de ultraderecha de la oligarquía, pierde terreno y apoyo.
Síntesis
El coronavirus desnuda y lleva a otros niveles la crisis del capitalismo, amenazando con un momento de ingobernabilidad en varios países. El frenazo a varios sectores de la economía, la crisis por los despidos, la muerte de los mas pobres y miserables, y la evidencia de una profunda inequidad de clase, donde mueren pobres y se salvan los millonarios, refuerza un cambio que se viene produciendo en la sociedad global y que se expresa en otras formas de pensar, en mayor conciencia de la realidad y en entender los intereses particulares de quienes gobiernan, abriendo la posibilidad de un momento de resistencia globales.
En esa perspectiva y luego del pánico inicial, los pueblos van retomando sus propuestas y radicalizan sus posturas, ya que se empieza a entender que el Covid-19 no solo no es el responsable de la crisis actual, sino que es producto de la sociedad de consumo y su modelo predador de la naturaleza. Se entiende que la crisis es consustancial al sistema mismo, que está llegando a sus límites y hay necesidad de un cambio estructural de alcance civilizatorio.
Para la izquierda y los movimentos sociales populares, urge reflexionar a profundidad, con serenidad, pero para actuar ágilmente, sobre este nuevo momento. No se debe descartar, como lo muestran las acciones de hecho en procura de alimentos en Italia, California y latinoamérica, un período de gran agitación y levantamientos sociales. La desobediencia, es un síntoma a tomar en cuenta de esos cambios de mentalidades. Para la izquierda es el momento de radicalizar sus propuestas, al tiempo que lucha por soluciones concretas para los millones que pelean nuevamente por lo básico.
Notas:
- https://www.un.org/development/desa/dpad/publication/situacion-y-perspectivas-de-la-economia-mundial-en-2019-resumen-ejecutivo/
- https://www.elviejotopo.com/topoexpress/politica-anticapitalista-y-covid-19/