Planes de vida campesinos: superando el mito del desarrollo local
Por: Milena Ochoa L.*
Es en las regiones de Colombia, especialmente en aquellas donde la ruralidad aún tiene una posición dominante (1) y determina las demás actividades socio económicas, en donde el mito del desarrollo se hace trágica y cotidianamente vivencial, trasformando el debate sobre el tema en un asunto totalmente práctico, ya que cruza por las dimensiones de la política y la economía, las cuales a su vez, definen las formas y sentidos de la vida de miles de personas en veredas y corregimientos.
El falseamiento y tergiversación de causas y efectos de los problemas del campo han antecedido a la imposición de las políticas económicas, principalmente extractivistas en las regiones, implicando la construcción diferenciada del mito del desarrollo, como futuro deseable y alternativa de vida para comunidades campesinas, afrodescendientes e indígenas. Lo diferenciado cobra especial importancia en el caso de las regiones colombianas, ya que desde hace años se definieron especializaciones productivas o geopolíticas que garantizan la consolidación de mercados, especialmente transnacionales.
Pero a diferencia de los postulados centrales del discurso desarrollista que se juega su fe en copiar caminos ya recorridos por los países ricos y asegura el progreso inminente (Gudynas; 2012, Mantilla; 2012), en muchas zonas rurales colombianas los techos de lo posible a obtener se hace sobre mínimos de sobrevivencia: ni siquiera se promete un desarrollo pleno, porque se ha demolido todo ideal de bienestar, sino apenas algunas obras de infraestructura o inversión social focalizada, que tratan de atenuar las difíciles condiciones de vida en el mundo rural: el discurso de los mínimos profundiza la miseria. Es por ello que el desarrollo llega en forma de un camino no pavimentado, un puente que solo aguanta hasta el siguiente invierno, una escuela sin dotación y sin maestros, un puesto de salud sin médicos.
La estructural miseria y abandono, consustancial a la formación socioeconómica colombiana abona y cultiva las clientelas engañosas. La ausencia permanente de un Estado que garantice los derechos, y las constantes promesas incumplidas de agentes políticos que solo llegan en temporadas de cacería de votos, han generado un descreimiento estructural de las posibilidades de mejoría en la calidad de vida.
El valor de la organización social y la disputa por el poder
Sin embargo en algunas regiones con proceso organizativo, experiencia de lucha y politización, se ha potenciado el esfuerzo propio, como alternativa a los problemas locales; algunos de estos ejercicios, se han levantando en desobediencia y han generado gobernabilidades autónomas, así sea de forma temporal. Lo que se debe observar es que hoy existe un vacío estructural generado por la ausencia del Estado que viene siendo cubierto por otros agentes económicos, políticos e inclusive culturales y que construyen región, resignificando los roles de esas unidades básicas ya mencionadas, – veredas y corregimientos-, profundizando la crisis de la estructura político-administrativa colombiana.
Ese vacío explica, en parte, el desarrollo y pervivencia de proyectos insurgentes, lo cual ha sido contestado por el Estado de forma exclusivamente militar. El Estado, ese algo ausente, llega entonces a las regiones en forma de batallones, bombardeos y fumigaciones; el Estado es, en el imaginario social, solo una fuerza represiva y de ocupación, generándose mayor ilegitimidad, al tiempo que empresarios criminales, legales e ilegales, la insurgencia revolucionaria y los procesos sociales generan un campo de disputa por el poder.
Hay que decir que este campo de disputa no tiene, muchas veces, limites totalmente marcados. Tal y como se ha señalado en varios escritos e investigaciones, empresas transnacionales y monopolios nacionales construyen alianzas criminales con fuerzas paramilitares; unidades militares estatales se ponen al servicio de empresas privadas para colonizar nuevos nichos de mercado (Estrada y Moreno; 2008); también se encuentran casos donde se producen forzados acuerdos económicos entre empresas y fuerzas insurgentes en los cuales las primeras negocian su estadía y operaciones en el territorio a cambio del pago de un impuesto revolucionario (2).
Por su parte, el campesinado no encuentra para su supervivencia, en la mayoría de regiones, otra alternativa que cultivar coca, marihuana o amapola, enlazándose en el eslabón más débil a la cadena agroindustrial y comercial del narcotráfico, vinculándose de esa forma al mercado global. Lo que no hace la política pública y la inversión social lo cubren los negocios ilícitos, por medio de los cuales se garantizan los ingresos.
En ese sentido, ya no las promesas, ya no el mito, sino la realidad del “desarrollo” adoptado como la posibilidad de consumo, es implantado y asumido por comerciantes y emprendedores capitalistas privados criminales, pero relativamente ilegales ya que el Estado es en general tolerante con estos fenómenos. Como expresa Ferro (1998) al referirse a los cultivos de coca, “Los campesinos-colonos se acostumbraron a la cosecha corta, al transporte fácil, a la durabilidad del producto, al pago inmediato y en efectivo. Los riesgos provenientes del combate del Estado a este cultivo, si bien son un problema, también son una oportunidad de mejores precios”.
Por su parte los límites entre lo criminal y lo comunitario se establece de hecho en algunas regiones a través de la fuerza que tenga el proyecto político y social. Significativas son las propuestas del Comité de Integración Social del Catatumbo Cisca y de las Organizaciones Sociales de Arauca: El primero ha manifestado en foros y otros escenarios políticos que se hace necesaria la sustitución autónoma de los cultivos de uso ilícito en el marco del Plan de Vida (3). Por su parte, los araucanos y araucanas decidieron una política de erradicación comunitaria, emitiendo un mandato de prohibición de los cultivos de coca (4).
En este complejo de relaciones socio-económicas y políticas, el Estado, como imaginario de legitimidad, pierde cada vez más espacio, y por ello, son estos otros agentes los que construyen de alguna manera políticas sociales, son quienes garantizan ingresos y quienes ejercen el poder bien sea por la fuerza o mediante la autoridad comunitaria.
En muchas partes donde el proceso social es más débil, la ausencia de Estado es aprovechada especialmente por las empresas transnacionales quienes presionan y chantajean a comunidades mediante la construcción de escuelas o puestos de salud, o bien presentándose como patrocinadores de fiestas y deportes, para que se deje entrar sus labores de exploración y explotación de minerales o petróleo.
Desarrollo local, guerra y Estado
En el caso de los negocios criminales, éstos no solamente generan estructuras y cadenas de soporte para sus actividades económicas, sino que construyen cierto orden social basado en el poder adquisitivo y regulan la vida cotidiana, reemplazando al Estado y sus débiles representantes locales. Es más, muchas de las autoridades locales son compradas por el poder del negocio criminal poniéndolos a su servicio, en una modalidad que se ha denominado cooptación criminal del Estado (Garay;2008).
Pero la perspectiva de las comunidades campesinas organizadas y politizadas no es reemplazar al Estado, ya que su acción política combina elementos de demanda, de confrontación a muchas de sus políticas y finalmente de una negación de su legitimidad, lo cual las lleva a un ejercicio de autogobierno y de construcción de otro Estado, cuyas bases son el poder popular y otras concepción de vida y bienestar. Distinta es la perspectiva de los grupos criminales ligados al narcotráfico que se expresan en estructuras paramilitares, los cuales en muchos casos han copado la institucionalidad llenándola de contenidos más proclives a los sectores de clase que representan; es este caso reemplazan al Estado, lo tornan criminal, al tiempo que cambian sus funciones.
Un Estado popular en construcción, que ha sido una apuesta de comunidades campesinas y urbanas implica horizonte, propósito, sujetos y métodos renovados, nuevos objetivos en muchos sentidos. El horizonte parte de la negación total o parcial del actual estado de cosas, llamando a esa meta deseable: socialismo, nueva sociedad, vida digna o buen vivir.
El horizonte de los planes de vida
Los propósitos y métodos, no cabe duda, pasan por la participación decisoria de esas mismas comunidades; de ahí las formas que toman los espacios de debate o asamblearios, que en el caso del Cisca se denominan Consultivos; O los foros sectoriales y sociales que se impulsaron para definir los contenidos del Plan Alternativo de Arauca. En los dos casos la estructura da cuenta de articulaciones entre formas locales (juntas de acción comunal), y formas regionales y nacionales. Este componente de participación decisoria da cuenta de otra manera de concebir la democracia ya que como han expresado algunos dirigentes “para ser coherentes con el horizonte hay que acertar en el propósito, no se puede llegar al buen vivir a través de la exclusíon o el verticalismo”. En estas experiencias el poder popular, con sus aciertos y fallas deja de ser retórica y se hace mandato cotidiano y praxis social.
Pero es en el terreno de los sujetos donde lo nuevo surge con mas fuerza: el sujeto campesino mantiene y profundiza su carácter telúrico, que ha echado raíces muy en el fondo del territorio y de su cultura catatumbera, maciceña o llanera, siendo esta identidad del sujeto frente a su territorio lo que da sentido a su lucha, caracterizándola con signos de resistencia, terquedad y persistencia. Pero este campesino y campesina, sin perder su inocencia y fuerza es un sujeto político que ya no solo lucha por su pedazo de tierra sino que lucha y busca decidir sobre su territorialidad.
Integración, Vida, Territorio, Convivencia, Afecto, van de la mano en una integral forma de hacer política; no son solo consignas sino que expresan una intención que se hace realidad en las propuestas y formas de acción y que demuestran que la vida no es posible sin territorio, es decir sin naturaleza, sin agricultura, sin agua, de ahí que el sujeto campesino re-integre comunidad y naturaleza en la lucha por una nueva sociedad.
Esta nueva construcción cuestiona desde bases territoriales todo el funcionamiento social y su metabolismo reproductor basado en la explotación de la naturaleza y el trabajo, las formas de gobierno establecidas totalmente en crisis, el tipo de democracia formal y delegataria imperante, el consumismo, la cultura. En ese sentido el Plan de Vida, concepción e instrumento de una nueva forma de ser y estar en el territorio, rompe con las políticas de desarrollo local y con el desarrollo en general, proyectando horizontes de nuevo Estado y nuevo gobierno.
Milena Ochoa L. Educadora e investigadora adscrita a CEDINS, participa de procesos de formación con comunidades y organizaciones campesinas. Es integrante del equipo de educación del Coordinador Nacional Agrario CNA.
Notas:
(1) Según el investigador Absalón Machado, citando datos del Banco Mundial, en Colombia el 75,5 por ciento de los municipios colombianos son rurales. En: http://razonpublica.com/index.php/econom-y-sociedad-temas-29/2440-colombia-es-rural.html
(2) “No es un secreto que el Eln cobra un impuesto de guerra a las grandes empresas y los grandes capitales” dice uno de los comandantes. En: http://www.laopinion.com.co/demo/index.php?option=com_content&task=view&id=420830&Itemid=92
(3) ver: Mandatos emanados del Congreso regional para la paz del Catatumbo. En: http://www.ciscatatumbo.org/index.php?option=com_content&task=view&id=78&Itemid=37
(4) En este caso la erradicación va acompañada por la sustitución de cultivos por otros de pancoger o semiindustriales tales como plátano, cacao o frutales. Ver: http://notiagen.wordpress.com/2012/04/17/en-el-departamento-de-arauca-solo-quedan–unas-ochenta-hectareas-de-coca-organizaciones-sociales/
Referencias:
Gudynas, Eduardo. Debates sobre el desarrollo y sus alternativas en América Latina: una breve guía heterodoxa. Pag. 21-53. En: Más allá del desarrollo. Grupo permanente de trabajo de alternativas al desarrollo. Cali, Colombia. 2012.
Mantilla, Alejandro. Estas locomotoras necesitan frenos: entre los espacios basura y el mandato popular. CEDINS – Fundación Rosa Luxemburgo. Bogotá, Colombia. 2012.
Estrada, jairo, Moreno, Sergio. Configuraciones (criminales) del capitalismo actual. Tendencias de análisis y elementos de interpretación. En: Capitalismo criminal, ensayos críticos. Bogota. 2008.
Ferro, Juan. Las FARC y los desafíos de la posguerra en el Caquetá. En: Revista de estudios sociales, Universidad de los Andes. Disponible en: http://res.uniandes.edu.co/view.php/61/
Garay, Jorge L. La Captura y Reconfiguración Cooptada del Estado en Colombia. Bogotá. 2008.