Los mercados alimentarios son un arma de destrucción masiva
Entrevista a Paul Nicholson, coordinador en Europa del movimiento social Vía Campesina quién señala que la “Soberanía Alimentaria”, es un requisito previo a la Seguridad Alimentaria para asegurar los alimentos culturalmente adecuados y suficientes a que todas las personas tienen derecho.
¿Cuál es la situación del hambre en el mundo?
El hambre es el mayor problema que sufre la humanidad. Los datos son la más clara muestra de la injusticia y desigualdad en el mundo. 800 millones de personas pasan hambre a diario y más del doble padecen malnutrición. Si embargo esas grandes carencias confluyen con los excedentes. Hoy se está produciendo globalmente el 150% de todas las necesidades proteínicas, lo que resulta un despilfarro. El hambre en el mundo no es consecuencia de problemas naturales o técnicos, sino el resultado de una mala distribución y de políticas económicas y agrarias excluyentes, especialmente, de la agricultura familiar.
Los alimentos representan una necesidad vital. ¿Son una mercancía más?
Los alimentos son mucho más que una mercancía. No sólo hablamos de bienes a los que las personas tienen derecho, sino también de productos con un valor cultural, y de cultivos que juegan un papel medioambiental y mantienen paisajes vinculados a la vida propia de cada pueblo. Los alimentos tienen un valor estratégico y los mercados alimentarios son un arma de destrucción masiva. La política de ayudas en EEUU y Europa, orientada a la exportación, es destructora de la capacidad productiva internacional, creadora de hambre. Ya no es válido hablar de Seguridad Alimentaria, se impone hablar de Soberanía Alimentaria, requisito previo para asegurar los alimentos culturalmente adecuados y suficientes a que todas las personas tienen derecho.
¿Son capaces los países en desarrollo de producir los alimentos que necesita su población?
Hay capacidad productiva y tecnología sostenible suficiente en el mundo para satisfacer toda la demanda. Pero el mercado no resuelve los problemas y la revolución de la biotecnología ahonda los procesos de exclusión social. Hacen falta unas políticas mucho más regionalizadas para mantener la actividad agraria en el conjunto del planeta. En una amplia mayoría de los países existe capacidad productiva. No quiere decir eso que se produzca de todo, no. No estamos hablando de autosuficiencia. Lo importante es el derecho de cada país a regular la producción y el comercio agrario, la garantía de que cada país pueda producir en su propio territorio una parte básica de los alimentos que precisa, e importar, en un momento dado, los que precise.
¿Qué está pasando en el mundo rural?
La crisis rural es universal, se da en todos los continentes. Es el modelo económico neoliberal de producción intensiva el que la ha acelerado. La producción agraria se está concentrando en unas pocas regiones del planeta. Se destruye la economía local y el mundo rural se empobrece. En Europa se vienen cerrando cada año 200.000 pequeñas explotaciones agrarias familiares, una cada tres minutos.
¿Qué rasgos pueden dibujar esta situación?
Sobre todo es la imposición de un modelo de producción, intensivo y dependiente del exterior, en suministros y tecnologías, que tiene un efecto destructor sobre el empleo, los recursos y el medio ambiente. Los recursos naturales y productivos se están privatizando y concentrando en poquísimas empresas transnacionales. Ellas controlan la tierra, el agua y la biodiversidad, por medio de las semillas y de los transgénicos, los organismos genéticamente modificados.
Otro dato importante es la caída de los precios para los pequeños agricultores y ganaderos. Se puede decir que los precios de todos los bienes que está produciendo el sector agrario en todo el mundo están por debajo de sus costes de producción. Esa es una dinámica antisocial, antieconómica y anticultural que no se puede mantener. Únicamente algunos agricultores de EEUU y de la Unión Europea pueden sobrevivir gracias a la compensación de las ayudas directas. Pero hay que decir también que sólo el diez por ciento de los productos alimentarios son de exportación. La comida sigue siendo local. No alimenta al mundo Mc Donald´s sino que lo alimentamos los agricultores.
¿A los agricultores europeos les supone contradicción defender la Soberanía Alimentaria?
Nosotros defendemos la necesidad de una Política Agraria Común, pero somos muy críticos con la que ahora tenemos. Una de las razones es que su principal objetivo es la exportación de alimentos baratos, vendiendo los productos a precios que están por debajo de su coste de producción en origen o en destino. Europa en la medida en que exporta, subsidiando, por debajo de los costes de producción, no puede legítimamente tener políticas de protección. Europa necesita una política agraria que controle su producción, pues es excedentaria y debe gestionar la oferta. Vía Campesina está a favor de las subvenciones para una producción y unas necesidades cuantificadas y cualificadas. Pero no nos parecen bien las ayudas, directas ni indirectas, para la exportación. Defendemos la Soberanía Alimentaria europea y creemos necesaria la preferencia comunitaria, pero no queremos que se use para beneficiar a los grandes terratenientes y productores europeos, ni a las multinacionales del comercio alimentario mundial, que muchas veces son europeas. Europa debería reducir su producción; puede tener una reserva de excedentes para situaciones anormales, pero no debe utilizar su producción excedentaria para bajar los precios y destruir la política alimentaria de otros países.
¿La Organización Mundial de Comercio debe de tener alguna función relativa a la producción o al comercio mundial de alimentos?
Vía Campesina, en un documento del año 1998, reclama que la OMC debe dejar de intervenir sobre la agricultura y la alimentación. Porque los alimentos no son meramente un bien comerciable, y porque el objetivo fundacional de la OMC, que es la liberalización del mercado, es absolutamente inadecuado. Defendemos también un marco democrático mundial regulador para otros bienes y servicios como son el espacio público, la salud y la educación.