La cordillera tolimense y especialmente Cajamarca tiene encantos que, infortunadamente, pocos valoran en su entera dimensión. Cuando uno visita, por ejemplo, ciudad de México, Santiago de Chile o Bogotá, entiende fácilmente lo que es respirar aire contaminado. Usted se pone una camisa limpia y sale a hacer sus diligencias. Al medio día revísele el cuello y notará como se ha ensuciado de una manera acelerada. Pásese un pañuelo blanco por su cara y le saldrá manchado de negro. Es la contaminación del aire de la ciudad. Si usted no visita estas ciudades con frecuencia, que no son las únicas contaminadas, sentirá en sus ojos el ardor que producen las micropartículas de contaminantes suspendidas en el aire. Igual ocurre con sus pulmones, su nariz y su garganta. Pero en Cajamarca Tolima y sus zonas rurales usted respira a sus anchas, casi puede sentir la pureza del aire. Sus ojos no se irritan, su ropa no se mancha, sus pulmones, nariz, piel y garganta no sufren y evita muchas enfermedades que son comunes en las grandes ciudades.