Feminismos: entre un proyecto emancipatorio y la herencia colonial.
Equipo de trabajo Encuentros Antipatriarcales.
Compartimos algunas reflexiones surgidas en los Encuentros Antipatriarcales realizados el pasado 21, 22 y 23 de septiembre, con el propósito de continuar y motivarnos a seguir con una lectura necesaria para nuestra formación feminista, y con la imprescindible crítica para consolidar nuestros enfoques y hacer de la lucha antipatriarcal un debate y realidad práctica.
En el movimiento popular colombiano, como en todo el mundo, viene creciendo una rebelión de las mujeres y las disidencias de género. Se suman los movimientos de mujeres, las luchas antipatriarcales y los feminismos diversos con muchos apellidos en todo América Latina y en Colombia; algunas de sus reivindicaciones reciben ecos favorables en todo su espectro político. ¿Será que la correlación de fuerzas ha llevado a ese movimiento a tantas ganancias? En el papel puede ser, sin embargo, es en su larga y compleja historia que podemos buscar la respuesta.
Orígenes y olas.
Cualquier búsqueda sobre los orígenes de la lucha feminista o de las expresiones de lucha contra el patriarcado nos termina tarde o temprano llevando a la narrativa de las olas. Retomaremos parte de este relato acá, sin dejar de hacer algunas merecidas críticas por su euro-centrismo y sus puntos ciegos. Cualquier escenario de lucha refleja tensiones entre tendencias radicales que pretenden transformar de raíz el problema identificado y tendencias liberales, que se enfocan en los síntomas. Suelen permanecer en la Historia estas segundas, y se quedan en la sombra los aportes de quienes pretendían cambiarlo todo. La Historia la han escrito los ganadores siempre. Es con eso en mente que haremos el relato.
Se suele identificar la primera Ola del feminismo con el hito histórico, supuestamente universal, de la Revolución Francesa, la cual sin quitarle importancia está lejos de ser universal como su nombre lo indica claramente. Sus grandes referentes son Olympes de Gouges con la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana” redactado en 1791 como complemento a los derechos del hombre. Coincide con la publicación de Mary Wollstonecraft realizado en 1792 en Inglaterra. Las protagonistas que quedarán en la historia de esta Primera Ola son las Sufragistas, las reivindicaciones de los Derechos Jurídicos, los Derechos Políticos y el acceso a la Academia.
Según esa tipología histórica esta época va hasta la publicación de El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir en 1949, con su famoso concepto que no nacemos mujer, sino que nos hacemos mujeres. Ese concepto de primera Ola que nace y termina en Francia, deja por fuera de esa Historia hegemónica, escrita con mayúscula, numerosas luchas de las mujeres: nombremos a las resistencias frente a la cacería de brujas de los siglos XIV al XVII, a luchadoras socialistas como Flora Tristán (1803-1844) y a las luchas de mujeres en Nuestra América por completo.
La Segunda Ola “de la Liberación”.
Siendo un relato muy francés inicia con la publicación del libro de Beauvoir en 1949 e incluye el Movimiento de Liberación de las Mujeres (MLF), que aparece en Francia en 1970. El MLF nace en el corazón de la izquierda del mayo del 68 como una crítica a la hegemonía masculina en estos espacios. Las compañeras de esta época inician un desarrollo teórico en torno al patriarcado, el trabajo, la reproducción y el trabajo doméstico. Muchos de estos elementos teóricos siguen vigentes en los debates en nuestros movimientos hasta hoy, y parece idóneo conocer sus orígenes.
En este punto le aparecen muchos apellidos al feminismo, entre ellos, el feminismo radical, el socialista, el materialista y el lesbianismo político. Todos a pesar de sus intenciones irán alimentando la matriz del feminismo liberal, pero luego volveremos a esta historia.
Una crítica al marxismo desde Marx.
Las marxistas, buscan regresar a los textos de Marx, para criticar un marxismo practicado desde los hombres en el movimiento, como lo relata Federici en El patriarcado del salario, críticas feministas al marxismo. Es en la Ideología Alemana, donde se desarrolla la idea de la esclavitud latente en la familia, incluyendo la burguesa, y la apropiación realizada por los hombres del trabajo de las mujeres.
En ese mismo texto se considera que “Para emprender un cambio social debemos empezar por la reproducción de la vida cotidiana”, concepto cercano al famoso “lo personal es político”. Las corrientes materialistas y radicales le critican a Marx haber adoptado el punto de vista exclusivo del trabajador industrial asalariado inglés para definir el sujeto histórico y se proponen aplicar el método de análisis a otros sujetos, y toman la idea planteada en el primer tomo del Capital según la cual la producción del trabajador es esencial al sistema de producción capitalista para desarrollar las teorías sobre el trabajo reproductivo. Consideran que Marx vio la reproducción y producción del trabajador como un fenómeno natural desconociendo que la reproducción, al igual que la producción en las fábricas es un terreno político de lucha. De hecho, se podría resumir así el aporte teórico central de esta Segunda Ola, desde Beauvoir a las materialistas: Ser mujer no es natural, es una construcción social.
Estas investigaciones las llevarán a ampliar el análisis de la creación de la familia proletaria como una decisión política por parte de la clase capitalista para incrementar sus beneficios. En efecto en 1870, tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido, se realizan reformas que crean la familia proletaria que antes no tenía las bases materiales para existir. Trabajadores y trabajadoras estaban sometidos y sometidas a tasas de explotación tan fuertes que no era posible pensar tener una familia o un hogar al cual llegar en la noche.
El componente principal de estas reformas ha sido rebajar el salario femenino, considerándolo un complemento al salario del hombre, que de aquí en adelante será considerado como el proveedor, el que trae el pan a la casa. La familia tal como la conocemos solo existía en esta época en las clases de la burguesía ya que tenía la función de asegurar la herencia, es decir la tenencia de la tierra y otros medios de producción de una generación a la siguiente. Esta transformación salarial, la cual además de rebaja incluye prohibiciones en algunos sectores excluye a las mujeres del trabajo fabril para que estén en sus hogares como no asalariadas.
Esa creación de la familia proletaria permitió dividir la clase obrera en asalariados y no asalariados, en un contexto en el cual las rebeliones y huelgas obreras iban en constante aumento. Estas reformas permiten pacificar las relaciones con el enemigo de clase. Coincide con unas políticas que impiden el control de los nacimientos, criminalizan el hecho que las mujeres definan sus opciones reproductivas y con un cambio en la matriz productiva, gracias al crecimiento de una industria más pesada como la metalúrgica y la producción de carbón que requerían de una fuerza de trabajo con mayor aguante.
Las feministas materialistas y radicales aportaron conceptos nuevos como el “Sexaje” (Guillaumin), el cual hace un paralelo de la relación social hombre-mujer con la esclavitud, el cuerpo de las mujeres es considerado un bien de los hombres, recordemos que hablamos de contextos donde las mujeres no podían ser testigas judiciales, tener bienes a su nombre o decidir si querían tener relaciones sexuales o no al ser un deber matrimonial.
Otro gran aporte ha sido la diferenciación entre la identidad sexual (sexo), identidad sexuada (definida por el grupo social) y el sexo (clase) (Mathieu), que introduce lo que será la famosa diferencia entre el género (la construcción social) y el sexo (anatómico). Delphy definirá que el género (social) es el que crea el sexo (biológico), es decir, serían las construcciones sociales las que le dan importancia a la diferenciación biológica y al sistema binario. Esa postura entra en contradicción directa con perspectivas esencialistas del feminismo, por ejemplo, el feminismo de la diferencia, en muchos casos ligados al feminismo liberal y burgués o de la igualdad que supone una complementariedad entre hombres y mujeres, cuyos roles sociales serian determinado por su biología y sus aptitudes distintas en la reproducción.
Millet planteará que la violencia y la violación son formas de domesticación de las mujeres, concepto relevante hasta hoy cuando se analiza que el aumento de los feminicidios podría constituir una represalia en contra de los avances del movimiento de mujeres a nivel global.
En contraste con la Primera Ola no piden la inclusión de las mujeres en el mundo, ni la igualdad, sino la transformación de este sistema. Es Antipatriarcal porque identifica el Patriarcado como sistema de dominación entrelazado al capitalismo pero que necesita de unas luchas específicas para enfrentarlo.
De la liberación a la cooptación.
Ese cultivo de luchas y teorías políticas generaron importantes ganancias, entre ellas algunos derechos reproductivos, el derecho de las mujeres a decidir sobres sus cuerpos en muchos países y el reconocimiento del trabajo doméstico, en alguna medida. Estos logros, como suele pasar en la historia de las luchas sociales, fueron de a poco incorporadas al corpus de pensamiento liberal. Muchas de las protagonistas de esta historia que pasaron a la Historia han tomado el camino de institucionalizar sus luchas, ser parte de las apuestas de gobierno y de instituciones internacionales. Y de hecho en muchas ocasiones estos “derechos” llegaron como herramienta de dominación a Nuestra América y obviamente al resto del Sur global.
Un punto de partida de ese fenómeno se puede ubicar en el continente desde la Conferencia de las mujeres de la ONU en México, 1975. Desde la agenda de las instituciones internacionales las mujeres y el concepto de género se convierten en indicadores de desarrollo. La situación de los derechos de las mujeres del sur, se vuelve una herramienta para presionar a los gobiernos del sur y controlar amplios sectores de la mal llamada “sociedad civil” y su larga lista de ONGs. Elaboran unos paquetes para el “desarrollo” los cuales bajo el pretexto de generar igualdad y mejoras en las condiciones de vida de las mujeres permitieron imponer la modernidad capitalista y la hegemonía colonial. Han utilizado desde entonces y hasta la luz de hoy el financiamiento como herramienta para desconocer las luchas de las mujeres del Sur e instrumentalizar los procesos sociales para sus intereses. Esta situación ha debilitado el movimiento de emancipación de las mujeres, ya que con justas razones estos paquetes neoliberales, con sello femenino, han generado prevenciones en los movimientos populares y revolucionarios del continente, impidiendo en muchos casos el desarrollo de sus luchas propias contra el Patriarcado. Esa historia así resumida no da cuenta de las múltiples resistencias a ese fenómeno por parte de las feministas caribeñas y latinoamericanas.
Tercera Ola “de todito con chicharrón”
Para no dejar el cuento a medias, punteemos algunos elementos de las olas siguientes, se suele considerar sus orígenes en Norteamérica en los años 90. El concepto de Tercera Ola busca ilustrar la creciente participación de las comunidades “minorizadas” (latinas, negras, islámicas, entre otras). Es decir, sabemos que sus luchas existían antes de esta fecha, sólo que desde este momento la narrativa académica reconoce la existencia de esta diversidad, mal llamándola minorías.
Las feministas del movimiento Afro, critican a la segunda ola identificando que son feministas blancas europeas cuyas teorías poco incluyeron a la realidad de las mujeres racializadas y que sufren de unas opresiones específicas. De igual manera se expresa un movimiento de luchas de mujeres en países de cultura árabe, asiática, y otras reivindicaron sus feminismos propios, identificando que ser mujer no tiene el mismo sentido según dónde y según la clase social en la que se nace, ahí es que aparece ese concepto de interseccionalidad, es decir que distintos mecanismos de opresión, capitalismo, colonialismo, racismo, imperialismo y patriarcado se conjugarían de maneras distintas. Esa concepción tiene ventajas, que permiten reconocer la diversidad de luchas, pero también provocaron reacciones de prevención al ser instrumentalizadas para imponer políticas neoliberales y fraccionando la identidad de clase en muchas partes del mundo.
Otra crítica a la Segunda Ola llegó de lo que hoy reconocemos como disidencias de género, al considerar que por ejemplo hablar de clases de sexos, una clase de los hombres que se apropia el trabajo gratuito de una clase de mujeres, dejaba por fuera el conjunto de otras expresiones de género: transexuales, transgénero, gente no binaria, -que no se reconoce ni como hombre ni como mujer-, la existencia de otros géneros en culturas indígenas, como la cohabitación en un solo espíritu de lo masculino y lo femenino o la existencia de 3 o 4 géneros distintos. Esta crítica también ha sido usada por las políticas liberales para dejar de hablar de mujeres y hablar de género, despolitizando el asunto según algunas.
Entre los muchos debates que se generan en esa Ola, con características de tsunami, está una gran cantidad de reivindicaciones populares que habían sido ignoradas hasta ahora; quizás una de las que más ha generado rupturas, sería la reivindicación de las trabajadoras del sexo las cuales en un ejercicio de afirmación política se han ido organizando en asociaciones y sindicatos para garantizar la mejora de sus condiciones laborales, en muchos casos ya precarias y criminalizadas, mientras se han enfrentado al desconocimiento de sectores feministas quienes dedicadas a denunciar la explotación sexual y la trata de personas (segunda industria más lucrativa del mundo), no aceptan la concepción de la venta de servicio sexual como una actividad laboral igual de explotada que tantas otras. En el mismo debate se ubica el tema de la pornografía, algunas feministas viéndola como un terreno en disputa y otras condenándola. La Industria del sexo es el lugar donde las contradicciones del sistema capitalista y patriarcal se agudizan con extrema violencia, no es raro que sea un lugar de mucha disputa.
Entre las críticas que se le han hecho a esta Tercera Ola, si es que existe, es que en muchos casos se prioriza la individualidad sobre lo colectivo, lo cual coincide con el avance del neoliberalismo. En la actualidad, existen debates sobre una posible “Cuarta Ola” con el regreso a los movimientos de masas. Al frente están las mujeres del Sur global, las campesinas, las ecofeministas, los feminismos populares, insurgentes y de Abya Yala, quienes reubican el debate en bases anti capitalistas, anti coloniales y repolitizan las luchas donde la identidad (mujeres, indígenas, Afros, urbanas) es una herramienta de lucha y no un fin.
Los movimientos masivos de las mujeres de la India, en Nuestra América y las icónicas compañeras de Kurdistán simbolizan ese regreso de una lucha antipatriarcal, desde los pueblos y sus proyectos emancipatorios. Los movimientos de huelgas de las mujeres del 8 de marzo ponen en la mesa la lucha de clase y la famosa contradicción Capital – Trabajo, visibilizan el trabajo de las mujeres falsamente considerado como natural, sin pretender que la llegada al mercado laboral constituya una liberación sino una simple acumulación de los métodos de explotación de su fuerza de trabajo.
Reivindicaciones de #NiUnaMenos busca enfrentar la violencia sistemática contra las mujeres, o #YoTambién que llega a poner en la luz pública la cantidad escalofriantes de agresiones sexuales contra las mujeres por tantos siglos naturalizadas como mecanismos de represión sistemática de un sistema patriarcal que castiga y recuerda su lugar a quienes no son hombres y que permean hasta el seno de los movimientos con proyectos emancipatorios y populares.
Es una historia que está por escribirse y probablemente no hace falta referirse a las Olas, una metáfora aun en debate y frente a la cual optamos por el movimiento, su fuerza, su magnitud y variabilidad.
La articulación de una agenda antipatriarcal con las luchas populares no se podrá hacer si desconocemos las contradicciones de las cuales nacen los conceptos y las ideas que utilizamos para comprender la realidad y transformarla.
El entendimiento del origen del patriarcado, lejos de una simple discusión teórica para aficionadas, busca en últimas entender su relación con el capitalismo y permitirnos organizar la lucha, establecer las estrategias y tácticas necesarias para darle la vuelta al mundo.