Presidenciales: aunque se volvió a imponer el No a la paz, el país sigue cambiando
Por: Diego Fajardo – Cedins
La segunda vuelta presidencial dejó electo a Iván Duque con un poco más de 10 millones de votos, para ocupar el primer cargo público de los colombianos en el periodo 2018-2022. Esta jornada electoral y la campaña política que la precedió podrían analizarse desde distintas aristas. A continuación planteamos algunos elementos para dicho análisis:
1. El nuevo presidente hace apenas unos meses era un completo desconocido. Ungido por el ex presidente Uribe y respaldado por todas las maquinarias de los partidos de la derecha nacional, Duque ganó la contienda con 10. 373.080 votos, la votación más alta que haya recibido un mandatario en Colombia. Sin embargo, en marzo del año pasado la mayoría de la población apenas lo conocía por el hurto que Uribe le hiciera a sus platanitos en una sesión del Congreso. El nuevo ocupante de la Casa de Nariño es un presidente fabricado a la medida y a diferencia de Santos, experto jugador y tejedor de engaños, tendrá muy difícil la tarea de independizarse de Uribe y más de “traicionarlo”, pues el mismo ha reconocido a su mentor como el presidente eterno.
2. Una propuesta alternativa arrinconó a la oligarquía colombiana. Aunque el programa propuesto por la Colombia Humana no es en sí mismo un proyecto que buscara transformar a profundidad las estructuras sociales del país, si representa una alternativa a la política tradicional que ha gobernado por cerca de 200 años. Esa opción fue respaldada por 8.034.189 de colombianos, la votación más alta alcanzada hasta ahora por la izquierda y los sectores democráticos, superando incluso en votos a la mayoría de presidentes electos en las últimas décadas. Petro y Ángela María sin maquinarias y contra todos los poderes económicos, políticos y mediáticos, quienes descaradamente dejaron ver su función política en el país, encausaron electoralmente una inconformidad cada vez más grande con la política tradicional.
3. El país del no se volvió a imponer. A pesar de vivirse ya algunos logros del proceso de paz con las FARC, como el hecho mismo de tener la primera elección presidencial sin acciones violentas y sin tener que reubicar puestos de votación, quienes promovieron el no en 2016 junto a toda la Unidad Nacional, lograron imponerse y gobernarán los próximos 4 años. El testaferro de Uribe, salvo en Bogotá, se volvió a imponer en el centro del país, la frontera venezolana y el exterior, evidenciando nuevamente que los réditos del discurso fabricado del “castrochavismo” y el revanchismo político contra las FARC siguen logrando gran respaldo, por lo que desde ya puede esperarse un futuro desalentador para la paz. Por su parte Petro, sin el apoyo de las maquinarias que habían estado del lado del SI en el plebiscito tuvo la mayoría de la votación en los departamentos de la costa pacífica y suroccidente, Sucre, Atlántico y Bogotá.
4. En Colombia pervive la política contrainsurgente. Para académicos como Renán Vega el anticomunismo en nuestro país tiene orígenes incluso anteriores al triunfo de la revolución rusa en 1917, pero la contrainsurgencia como política estatal fue adoptada en la década del 60 con la adaptación de la Doctrina de Seguridad Nacional norteamericana. Desde entonces la población colombiana ha sido bombardeada con propaganda contrainsurgente donde todo proyecto disidente de la forma en que las élites han administrado el país, ha sido encasillada en el bando comunista y/o guerrillero, al tiempo que se estigmatiza la postura comunista e insurgente como nociva. Esta idea que se ha inculcado en el imaginario colectivo de gran parte de la población es una causante ineludible para entender porqué un proyecto alternativo, más cercano al liberalismo radical que al socialismo como el de Gustavo Petro, no tiene aun un respaldo suficiente para imponerse en las urnas. De hecho esta propaganda ha dado tantos frutos en los recientes comicios que mientras en el plebiscito los colombianos fueron empujados a votar emberracados por las prebendas hacia las FARC, esta vez lo fueron temerosos y aterrorizados del fantasma castrochavista de Venezuela.
5. Colombia queda con una oposición política fuerte. Con los ocho millones de votación y gracias al nuevo estatuto de la oposición que empieza a regir el próximo 20 de julio, Petro se convierte junto a Ángela María en los congresistas más votados de todo el país, condición que los pone al frente de un bloque de fuerzas alternativas al uribismo en el legislativo y les permite liderar la oposición política y social al gobierno. De hecho Petro recalcó en su discurso tras las elecciones, que su rol en el Congreso estará orientado a liderar las fuerzas del cambio y la movilización social, más que a tramitar artículos de ley, lo que refuerza una comprensión del rol parlamentario como complemento de la movilización y organización social.
Los próximos cuatro años serán para Petro y el movimiento social un periodo de campaña hacia 2022 y la posibilidad de evitar que lo logrado por la Colombia Humana se diluya en el tiempo y pueda permanecer como alternativa de poder en las elecciones regionales del próximo año.
6. Por la vía de no polarización Colombia está caminando hacia la despolitización. Aunque parezca contradictorio tras más de ocho millones de votos por un proyecto como la Colombia Humana, lo cierto es que este tipo de propuestas democráticas son recibidas con reservas por la mayoría de la población y siguen condenadas a la derrota electoral. Mucho de esto hoy tiene que ver con la cortina de humo de la “polarización” que se desplegó durante la campaña presidencial, como si fuese un atentado contra la unidad de la nación todo llamado a la contradicción, el debate de ideas y la confrontación de modelos de país. El debate fue desacreditado como inoportuno para Colombia. Ganó una idea de la reconciliación, asumida como falsa armonía entre diferentes, y el debate entre diferentes fue maliciosamente difundida como nefasto, posicionando con ello a la despolitización como el antídoto para la lucha de clases.
7. La Colombia humana colocó en el debate nacional temas importantes y cruciales para el país. Temas como la sostenibilidad ambiental, los derechos de las poblaciones minoritarias y de la diversidad sexual y de género, los derechos de los animales, el acceso a derechos básicos para toda la población como la salud y la educación que ya venían disputando los movimientos sociales, ocuparon un lugar importante durante esta campaña presidencial, a tal punto que el propio testaferro político de Uribe se vio forzado a incluir algunos de estos elementos en sus discursos y programa. Habrá que esperar para ver si esto solo fue una retórica electoral o si tendrá alguna materialización en su gobierno.
8. El voto blanco fue un harakiri para los nini. Los 808.368 votos en blanco de esta jornada aunque pudieron disminuir la votación lograda por los dos candidatos, especialmente a Petro, no consiguieron una votación siguiera destacable con respecto a la votación total. Pero sus principales promotores si pueden acarrear un alto costo político: Fajardo no tiene mayor dificultad en mostrarse aséptico de izquierdas y derechas y trata mantener su pretenciosa idea de centro, pero su ambigüedad y falta de personalidad política ha sido develada, dejándole con pocas posibilidades de actuación a futuro. Robledo, por su parte, ha hecho su carrera ufanándose defensor de las causas sociales de los excluidos del poder en Colombia, pero lo cierto es que su actuar y la de su colectividad el MOIR, fue en contravía del sentir popular y social y su llamada al voto en blanco resultó incomprensible. Robledo, a pesar de twittear rápidamente tras conocidos los resultados que entraba en oposición al nuevo gobierno, no tuvo respaldo social en redes, mostrando que quien será realmente el líder de la misma durante los próximos años será Petro y muchos de sus seguidores ven ahora en el ex candidato presidencial lo que encarnaba el senador del Polo.