Crisis urbana y mundo del trabajo
Crisis urbana y mundo del trabajo*
Por: Cristóbal Silva G.**
“El derecho a la ciudad es por tanto mucho más que un derecho de acceso individual o colectivo a los recursos que esta almacena o protege; es un derecho a cambiar e reinventar la ciudad de acuerdo con nuestros deseos. Es, además, un derecho más colectivo que individual, ya que la reinvención de la ciudad depende inevitablemente del ejercicio del poder colectivo sobre el proceso de urbanización.” (Harvey, 2014).
Presentación
Estamos asistiendo a un cambio histórico de monumentales proporciones por el cual más de la mitad de la población mundial vive en las ciudades. En efecto, durante el devenir histórico la mayoría de la humanidad vivía en el campo, ahora se ha invertido esta relación, y esto nos obliga a pensar el por qué, para qué, a quién beneficia y va a beneficiar los proyectos de la ciudad del siglo XXI.
Este proceso de urbanización mundial está inmersa en un contexto de crisis del capitalismo global. Esta crisis se evidencia en las constantes catástrofes económicas-financieras, en la crisis energética, hídrica, ambiental, alimentaría y civilizatoria. Para dar cuenta a salidas estructurales de esta crisis, el poder hegemónico global, conformado por el Banco Mundial, El Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio y las más poderosas empresas transnacionales, han reconfigurado las instituciones económicas, políticas, culturales y sociales, en función de un capital que peregrina por el mundo para evitar la devaluación. Estos capitales han comandado una nueva arquitectura del orden mundial, modificando el papel de los estados, los ordenamientos espaciales geográficos del campo y las ciudades.
Las ciudades durante el siglo XX se caracterizaban por ser industriales. Todas las dinámicas sociales, económicas e institucionales giraban en torno al desarrollo de las fuerzas productivas; así mismo el campo se veía como determinante para el abastecimiento de los alimentos y el agua que demandaban los pobladores urbanos. Para el desarrollo productivo, en Colombia, Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla representaban los polos de la productividad y el comercio. Todo giraba, pues, alrededor de este proyecto. Aunque es evidente, que los procesos de urbanización y proletarización que se dieron en las ciudades colombianas fueron forzados y generados por la misma violencia.
En el contexto de la llamada globalización neoliberal aquellos polos de desarrollo industrial se ven trastocados. Los territorios urbanos y rurales ahora tienen que vincularse al circuito de la economía global. Los procesos, incipiente por lo demás, de industrialización, se ven desmantelados. Ahora los polos de desarrollo se orientan a las dinámicas del mercado global que le asigna a los países del sur del mundo unas ventajas comparativas construidas desde la división internacional del trabajo, supeditando estos regiones como abastecedoras de materias primas, trabajadores y espacios estratégicos para el permanente fluir de las mercancías.
Son las ciudades y los procesos de urbanización, junto a los territorios de explotación agroindustrail y minero energética, los escenarios en los que se concentran todas las contradicciones, sociales, económicas, ambientales, políticas generadas por este tipo de dinámica del capital global.
Por ello, se hace necesario reflexionar como los Derechos humanos, vistos de manera integral, entran en las referencias territoriales y más aún en la lucha por el reconocimiento de los derechos en las ciudades.
El territorio
Es necesario que reflexionemos sobre el papel del territorio y la construcción de la vida individual y social en los mismos. Los territorios referenciados en las ciudades han sido los espacios vitales de grandes contingentes de hombres y mujeres que han hecho de sus barrios, sus espacios existenciales, en el que transcurren proyectos de vida social.
Muchas de las huellas presentes en la ciudad de Bogotá han contado con los esfuerzos colectivos de poblaciones, que en muchos casos huyeron de la violencia e hicieron de la ciudad su nuevo hábitat. En efecto, localidades como San Cristóbal y más tarde Ciudad Bolívar, han sido producto del control y creación de los espacios por parte de familias que huyeron de la llamada violencia política, desencadenada por la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. Muchas localidades de Bogotá y sus barrios, se convirtieron en escenarios de cultura, organización y creación simbólica – material de los proyectos de vida de muchas familias colombianas, que lucharon ante la adversidad de la marginalidad.
La experiencia da cuenta de cómo el derecho a la vivienda contó con la conciencia, organización y lucha de muchas familias que tomaron tierras baldías en algunas zonas, en su momento periféricas de la ciudad. La toma de tierras urbanas contó con los procesos organizativos de familias campesinas que tenían una tradición arraigada en la vida colectiva. Y es el trabajo voluntario el que levanta la infraestructura de los trazados de las calles, los acueductos, los alcantarillados y las viviendas mismas de los pobladores, que a la vez contaban con un fondo común de ahorros para ejercer dicho derecho a la vivienda. Estas apreciaciones se corroboran en las voces y memorias del proyecto Provivienda e iniciativas similares. Este proyecto social, político y organizativo no solo desencadenó la lucha popular por la vivienda sino que potenció la capacidad organizativa que permitió una resignificación de los territorios y las vidas de los pobladores urbanos.
Esta memoria histórica está aún presente en los trazados de las calles en los nombres de las esquinas de hombres y mujeres que han hecho de la ciudad un espacio de disputa en la que los desarraigados han encontrado y hecho posible los proyectos colectivos de una vida asociativa.
Si se intentará una sucinta apreciación del valor social, político, económico, cultural y simbólico de los territorios, en algunos espacios de la ciudad de Bogotá nos sorprendería, de buena manera el que las plazas de mercado, las tiendas, los parques, los trazados de las calles, los nombres de las instituciones educativas encierran la apropiación social- popular de muchos barrios y con ello un uso cualitativo de los mismos. Un capital social y simbólico que viene siendo destruido por las lógicas de apropiación violenta del capital contra las poblaciones y sus espacialidades.
El historiador y urbanista Mike Davis, en su libro Planeta de Ciudades Miseria (2006), evidencia, entre otras apreciaciones, cómo el desarrollo capitalista y urbanista ha potenciado el desarrollo de las fuerzas productivas en función de la dinámica de la economía global, trayendo consigo la creación hegemónica de algunos espacios y desatando por otro lado, geografías discontinuas y fragmentadas al interior de las ciudades en las que se observa la marginalidad, la violencia y los incrementos de la delincuencia.
Así mismo, se advierte la imposibilidad del anhelado crecimiento exponencial del desarrollo productivista y consumista destinado en las ciudades, que representa derroche de materia y energía en un contexto de crisis ambiental, hídrico y energético.
Si para los próximos años las ciudades y la urbanización son los destinos obligados de la humanidad, se debe anticipar como estos modelos de ciudad y de urbanización concentran todas las contradicciones del mundo moderno: riqueza concentrada en un polo muy reducido en la sociedad, miseria, exclusión, violencia, marginalidad y delincuencia para otro sector de la sociedad, el mayoritario.
Ahora bien, producto de los procesos forzados de acumulación de capital en un contexto de desindustrialización, generado por las privatizaciones y la financiarización de la economía, ha traído que amplios sectores de la sociedad se vean condenadas a la incertidumbre y zozobra presente en un problema estructural como el desempleo. Nunca antes en la historia moderna se ha visto las cifras de desempleo como las actuales. Dicho desempleo estructural no solo presiona la baja de los salarios de un importante contingente de trabajadores y trabajadoras, sino la pérdida de los derechos sociales y económicos de la población. Este problema se ha acompañado con el incremento de la economía informal trayendo consigo el ascenso de grandes conglomerados urbanos que no tiene derechos ni garantías de una vida digna.
Por otro lado, desde la lógica y dinámica del consumismo, se fortalece el proyecto de una sociedad de masas que pierde el sentido de la vida colectiva y de los valores presentes en lo público. Como algunos estudios lo han demostrado, las familias ya no se encuentran alrededor de la mesa, en la que se compartía los alimentos y se recreaba los valores y principios del ser social. Así mismo, tampoco está el referente de lo público en los parques y calles de la ciudad. Estos escenarios han sido devorados por las estéticas del consumo que se referencia en los centros comerciales. Es evidente, que ya no nos encontramos y somos con los otros en los escenarios públicos y colectivos, sino todo lo contrario el individualismo y el consumismo se reconocen en la adquisición de las mercancías distribuidas y vendidas – por medio de créditos en contextos de incertidumbre y laboral- en los centros comerciales.
Estamos entrando en un tránsito de un proyecto histórico regulado por el trabajo creador de una sociedad, en la que la proyección ante el futuro, el ahorro, la educación y conformación de una familia eran valores esenciales, sustentados en una ética y moral ante el trabajo. Ahora predomina, parece, la estética del consumo, la vida que fluye y se encuentra en el aquí y en el ahora. Este espacio vital lo cumple cabalmente el encuentro con las mercancías programadas para potenciales necesidades que se recrean permanentemente. La compulsión consumista está programada para nunca estar conformes con lo que somos y podemos ser. Esta ha desencadenado manifestaciones de una sociedad caracterizada por la esquizofrenia. No es gratuito que dichas sociedad consumistas sean a la vez las más adictas al consumo del alcohol, las drogas los medicamentos antidepresivos, los juegos de azar o las compras sin sentido.
Bogotá en el contexto de la crisis
Un elemento determinante de las permanentes crisis del capital, tiene que ver con los procesos de sobreacumulación de capital. Si la riqueza es socialmente producida, pero ésta es apropiada por un reducido actor de la sociedad: los dueños de los medios de producción: fábricas, tierras, maquinarias, etc., se pone en evidencia como dicha riqueza se ve expuesta a permanentes crisis por no tener asegurado las vías sociales, económicas y ambientales para la revalorización del capital. Como ha sido evidente las leyes de la oferta y demanda no se encuentran armónicamente en los mercados, generando colapsos financieros, económicos y sociales.
Una de las formas para evitar la devaluación de los capitales, apela a la solución espacial y geográfica. Ubicar, en efecto, dichos capitales sobreacumulados en espacios geográficos que puedan brindar ventajas al capital: mano de obra abundante y barata, adquisición de bienes y servicios, por debajo de sus precios reales, etc. Las ciudades, son ciertamente, destinos obligados de dichos capitales para apropiarse de lo que en otrora fueron bienes públicos.
Otra de las dimensiones que caracterizan al sistema capitalista, es lo que algunos economistas llaman la autodestrucción creadora del capital, que se refleja en los procesos de reconversión y construcción de zonas que antes eran patrimonio de la ciudad. O también la destrucción y construcción de nuevas zonas de residencia en lugares que antes eran habitados por los sectores populares y que habían hecho posible sus barrios. Aquí encontramos la confluencia del sistema especulador financiero y el sistema de crédito inmobiliario, que ha generado crisis en las ciudades, presentes en los desahucios y la especulación de derechos como el de la vivienda. Permanentemente se observa estas crisis en ciudades como Madrid, París, Londres, New York, y más recientemente en Bogotá, Medellín y Cali.
Los capitales volátiles que entran como Inversión Extranjera directa a ciudades como Bogotá se concentran en el sector terciario de la economía. Es decir, en el sistema financiero, comercial y de servicios. Estos capitales responsables del desmantelamiento de la sociedad salarial y de los procesos de desindustrialización, han reconfigurado nuevos espacios e instituciones en función de la economía neoliberal globalizada.
“La ciudad tradicional ha muerto, asesinada por el desarrollo capitalista desenfrenado, víctima de su necesidad insaciable de disponer de capital sobreacumulado ávido de inversión en un crecimiento urbano raudo e ilimitado sin importarle cuáles sean las posibles consecuencias sociales, medioambientales y políticas”. (Harvey; 2012).
Ahora bien, es evidente, como los capitales que fluyen como inversión extranjera directa a la ciudad de Bogotá son capitales sobreacumulados de Estados Unidos, Francia, España, Inglaterra, Canadá, Brasil, entre otros. Este tipo de capitales han reconfigurado las lógicas y dinámicas no solo económicas de Bogotá y la región sino que han trasformado la espacialidad y los dispositivos institucionales. Bogotá como ciudad región, comparte algunas variables de cómo se organizó la zona Metropolitana de México para adaptarla a los tratados de libro comercio entre Estados Unidos, México y Canadá.
En efecto, Bogotá ciudad región, comprende la organización territorial de los departamentos del Meta, Tolima, Boyacá y Cundinamarca. Bogotá es hoy la quinta ciudad región de América Latina que más atrae capitales e inversiones. Del 100% de los capitales que fluyen al país, el 70% se queda en Bogotá. Estos capitales son principalmente financieros, de venta y compra de servicios y de construcción inmobiliaria. Estos capitales se han valorizado, por ahora, en escenarios estratégicos de la economía nacional, entre otros; producción de agrocombustibles, establecimiento de maquilas en las zonas de superficie para la producción de partes automotrices y de productos de manufactura, así como de la construcción inmobiliaria.
* Reflexión planteada en la sesión inaugural del V Seminario de derechos laborales, realizada el 20 de septiembre de 20014.
** Filósofo, Mágister en Estudios Políticos Latinoamericanos, investigador y educador popular Cedins.