“Pellizquémonos para el 2022″: amenazas,masacres y elecciones
Juan Manuel González*
“Pellizquémonos”, fue la advertencia de Tomás Uribe frente a la amenaza de un gobierno de carácter socialista para el año 2022 en Colombia, señalando de paso, la existencia de una “nueva generación de FARC”(1)
Lo novedoso de la afirmación, es que pareciera que el clan Uribe no está dispuesto a claudicar y sigue dispuesto a sostener el orden establecido y el autoritarismo caracterizado por un régimen político que se arropa desde lo formal bajo la fórmula del Estado Social de Derecho y la democracia representativa, pero que en la cotidianidad, la del ciudadano de a pie, se caracteriza por el ejercicio del poder de manera autoritaria en términos económicos, políticos y militares. Como están las cosas, no es muy difícil inferir que esta intervención del joven heredero sea la declaratoria de guerra a cualquier manifestación política que se diferencie a lo que su padre y la clase política oligárquica y Frente-Nacionalista construyeron.
Sin embargo, no es solo Tomás quien habla. Paralelamente, sin relación aparente, en reciente intervención publicada en el ESPECTADOR.COM, el 22 de agosto, además de argumentar la “ausencia del Estado”, el saliente Defensor del Pueblo, Carlos Negret, -antiguo Secretario General del Partido de la U-, mencionó que las masacres tenían su origen en el narcotráfico y la minería ilegal. “Esas zonas son corredores para el narcotráfico, toda la costa pacífica, y en Arauca es una guerra entre el ELN y las disidencias de las FARC por controlar todos los negocios, inclusive el contrabando de ganado”(2).
Sumado a estas voces, el Presidente Duque señala, que las masacres han sido realizadas por las estructuras del crimen organizado, entre ellas las disidencias de las FARC, el ELN, el Clan del Golfo, los Caparros y los Pelusos, entre otros. Sin embargo, surgen varias preguntas:
Primera: ¿Qué se busca con estas declaraciones?
En primer lugar, posicionar en el imaginario colectivo la existencia de un Enemigo Interno. En segundo lugar, se busca interiorizar que la “democracia está amenazada” por terroristas financiados con los dineros del narcotráfico que pretenden acceder al poder con el fin de recortar las “libertades democráticas”, el “buen vivir”, e imponer el “socialismo del Siglo XXI”. Como en el pasado, el Joven Tomás, a la usanza de su progenitor, le puso nombres al asunto señalando a Iván Cepeda como “el líder de la nueva generación de las FARC”.
Esta acción mediática activada como dispositivo de poder, cumple el oficio de adoctrinamiento colectivo con una metodología de aprendizaje basada en la repetición, acompañada de gran cantidad de programas televisivos, radiales e impresos que podría denominarse la propaganda del miedo.
Con esta estrategia todo es peligroso. Los temores de la vida cotidiana son disparados de manera exponencial, siendo habitual que hombres, mujeres niños y niñas, tengan motivos fundados de estar inmersos en una tragedia, bien de carácter natural, bien de salud pública o de seguridad ciudadana.
El miedo se produce de manera industrial utilizando medios legales e ilegales, que, siendo incrustado en la memoria colectiva, justifica los “actos de defensa” del Gobierno para combatir cualquier amenaza, llámese Coronavirus, Guerrilla o narcotraficantes. En este paquete y como lo señala Tomás, también están las fuerzas políticas opositoras, que configuran una “nueva generación” de terroristas, asociando hábilmente las nuevas “amenazas” al fantasma del comunismo que recorrió -en cabeza de las FARC- valles y montañas de nuestra geografía nacional.
Con la propaganda del miedo, se recortan las libertades públicas, sometiendo a los ciudadanos al régimen del terror y a la impotencia, pues el Estado en ninguna de sus manifestaciones evita el hambre, la violencia, el desempleo y la muerte.
Segunda: ¿y qué tienen que ver las masacres con la propaganda del miedo?
No es muy extraño -en el contexto colombiano- que los llamados a neutralizar la amenaza -esta vez representada por el Narco-Castrochavismo- y la ocurrencia de masacres, acontezcan al mismo tiempo. Por el momento ninguna autoridad más allá de lo que han dicho los aquí citados entrega una explicación razonable y rigurosa de tantas y publicitadas muertes. Para nosotros, estos homicidios son castigos a prevención ejemplarizantes, en las que se pone de presente una supuesta “relación” o “conexión” entre las víctimas y el enemigo. Lo que de manera preocupante permite inferir que entre una cosa y otra haya estrecha relación. Es decir, que haya relación entre los pellizcos de Tomás y una estrategia temprana de intimidación anticomunista promovida por las clases dominantes a través de los paramilitares.
Tercera: ¿Conexidad con quién?
Para el Defensor del Pueblo, “Samaniego tiene guerrilla propia” argumentando que familias enteras han convivido con el ELN. Según el defensor, el “ELN camina sin camuflados”, con presencia histórica, en donde la guerrilla del profesor Toño Obando, tiene los afectos de todos los sectores sociales de ese municipio(3).
Si esto es lo que dice la primera autoridad defensora de los Derechos Humanos del Estado Colombiano, no es muy difícil inferir que los paramilitares y el ejército justifiquen sus acciones, viendo a Samaniego como un “Pueblo guerrillero”. Según rutas del Conflicto, en Colombia poblaciones enteras han sido tildadas de guerrilleras, paramilitares, o incluso de colaboradoras del Ejército, siendo convertidas en objetivo militar (4).
Extrañamente el Defensor en su disertación omitió que los habitantes de Samaniego, frente a la situación de conflicto armado, históricamente han sido emprendedores de procesos de resistencia civil, basada en la aplicación de métodos no-violentos contra oponentes -incluido el Ejército- que tienen un poder coercitivo superior(5). Estos procesos llevaron a que el municipio de Samaniego fuera declarado territorio de paz en 1998 bajo el impulso del entonces alcalde, con el apoyo mayoritario de la población. ¿De donde saca el Defensor del Pueblo que todos los sectores de la población son afines al ELN?
En 2004, el alcalde del municipio planteó un pacto local de paz con los grupos armados presentes en Samaniego, que consistía en diez puntos que estos grupos debían respetar. Entre ellos, respetar la neutralidad, autonomía e imparcialidad de la población frente al conflicto armado, exigir el respeto a la vida, a la sociedad civil y a no ser parte de la guerra, construir localmente un Estado social de derecho con justicia social, reivindicar de los grupos armados el cese de hostilidades en los espacios culturales y el respeto a los bienes civiles.
Este experimento tuvo buenos resultados entre 1998 y 2016. La clave estuvo en la cohesión y participación masiva de los habitantes y el liderazgo apoyado por la población. Entre 2009 y 2015 se dieron más de diez manifestaciones pacíficas, marchas y actividades similares en las cuales se involucraron miles de personas. Dicha participación se debió en cierta medida al gran número de organizaciones sociales que tiene Samaniego: grupos de mujeres, jóvenes, niños, mototaxistas, comerciantes y campesinos, entre otros. Desde afuera, el proceso estuvo acompañado por la Red Nacional de Iniciativas Ciudadanas por la Paz y contra la Guerra (Redepaz) y la Pastoral Social de la Iglesia, entre otros.
Aunque el Defensor no lo vea, es claro que esta masacre tiene alcances ejemplarizantes. ¿No es este, un evidente castigo a una población que en plena seguridad democrática se declaró neutral frente a los actores del conflicto?
Elementos para el análisis
María Victoria Uribe y Teófilo Vásquez, en su libro Enterrar y Callar, establecen tres elementos (fin, sentido y motivo), necesarios para la construcción de una tipología de masacres:
-Las masacres políticamente orientadas: las que se basan en la lucha violenta por el poder, de tal manera que el fin próximo, aducido por sus autores, es la eliminación del enemigo en un sentido genérico, más no individual; el sentido está elaborado ideológicamente y el motivo tiene que ver con la justificación de la acción.
-Las masacres socialmente orientadas dirigidas contra grupos marginales. Son aquellas en las que el fin de la acción violenta es la eliminación personal de ciertos individuos considerados indeseables; el sentido y el motivo se elaboran subjetivamente a partir de la intolerancia social, de la venganza y otros códigos culturales.
-Las masacres económicamente orientadas, como las llevadas a cabo por el narcotráfico. Son aquellas cuya finalidad es la apropiación de bienes ajenos, y, por ende, el lucro fácil, mediante la eliminación de probables o efectivos rivales en los negocios; en este caso, la eliminación de personas es un hecho secundario, lo que interesa es la apropiación.
Por lo pronto, inclinándonos parcialmente por la primera, es evidente que en Colombia persisten manifestaciones que le trabajan a la “regeneración” social y política, que no puede lograrse, sino por medio del aniquilamiento de quienes, según los parámetros histórico-culturales dominantes, se encuentran en el estado de transgresión. Para estas vertientes la política no puede pensarse en términos de “victoria” sino en la eliminación física del enemigo.
Así, para los regeneradores no existe el terror como una práctica ocasional, sino precisamente de algo estructurado, de una verdadera política, que incluye aspectos como:
-Una programación. Que tiene como primera fase la reiteración de la existencia de un enemigo.
-Unos agentes. intelectuales funcionales al proyecto, activistas, comunicadores, violentologos y fuerzas militarizadas combinadas que se dedican a predicar la existencia del enemigo interno.
-Unas organizaciones. constituidas por fanáticos y mercenarios que ejecutan la muerte por encargo: paramilitares, que en todos los casos actúan con la tolerancia o complicidad de las autoridades y la impotencia de las víctimas.
-Finalmente, una cronología, que calcula el momento y la oportunidad de ejecución. Es imposible dadas las circunstancias de coyuntura, que las acciones que diariamente registran los diarios no tengan alguna conexión, como tampoco es posible que el llamado de Tomás sea la expresión espontanea de un joven dolido por el carcelazo de su padre. Por reglas de la experiencia en Colombia nada se produce por generación espontánea.
Adenda: La pérdida de credibilidad del Estado, deviene desde hace muchos años, entre otros, porque sus organismos de seguridad le han imputado al narcotráfico los asesinatos de Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro Leongómez. Estos hombres, antes de su muerte alertaron a la opinión sobre la existencia de una extrema derecha organizada, dispuesta a impedir a sangre y fuego la solución negociada del conflicto social, político y armado, la articulación de vertientes de izquierda democrática y también empeñada en buscar el colapso definitivo del remedo del sistema democrático para sustituirlo, por un Estado de Opinión. ¿Serán estas masacres la antesala para la campaña al referendo? ¿Serán los pellizcos de Tomás el inicio de una sangrienta campaña presidencial para el 2022, bajo el rótulo de nueva campaña anticomunista? Que miedo…
Notas
* Juan Manuel González es Educador Popular, Colaborador de Cedins.
(1) CARACOL.COM https://bit.ly/3lmtDL0
(2) EL ESPECTADOR.COM. https://bit.ly/2Qsq4UY
(3) Escuchar Audio en RCN.COM. https://cutt.ly/OfsKvjm
(4) Rutas del Conflicto https://bit.ly/2D2acFU
(5) NO A LA GUERRA. En: https://bit.ly/2EBQvVC