Arenal: la serpiente frente a la ley Zidres
“Pero es nuestra tierra, nosotros la medimos y la surcamos con los arados. Hemos nacido en ella, nos han matado en ella, hemos muerto en ella. Aunque no sea nuestra, sigue siendo buena. Eso es lo que la hace nuestra”…
John Steinbeck, 1962.
Fragmento de “las uvas de la ira”
Como atravesando una serpiente, una serpiente que está viva y que además da vida… Así nos vamos sintiendo mientras pasamos en los ferris el sinuoso Río Magdalena en Aguachica cesar, río que debe atravesarse para llegar a Arenal. Pasamos además por una travesía de trochas y extensos terrenos de ganadería, por donde se asoman una que otra ave de los valles que insinúan de manera indirecta que la biodiversidad corresponde a un ecosistema complejo y que por demás esas tierras no eran en su origen ganaderas.
El río transcurre con calma, como si la serpiente estuviese dormida y en cualquier momento pudiese despertar para poder asfixiar lentamente con su majestuoso cuerpo todo lo que a su paso se encuentre. Por los contornos de la serpiente colombiana se van entretejiendo comunidades que le han hecho frente a ese icónico ser, que han sabido sobrellevar sus intempestivos movimientos, encantando a la serpiente o dejándose encantar, comunidades que se extienden un poco más allá, pero que de alguna manera también hacen parte de ella, que llevan tatuado en su piel y en su historia la cultura de este reptil que alimenta la tierra y le da su valor.
Por años las comunidades del sur de Bolívar, centro y sur del Cesar han buscado la manera de vivir en concordancia con la cultura de la serpiente, que les da su identidad. Muchas veces han hecho parte del país del que todas y todos nos olvidamos, del que el Estado irresponsable ha hecho la vista gorda cuando se trata de sustentar las condiciones básicas para la vida; la tradición campesina que conforma a las comunidades ribereñas a las orillas de las escamas de la serpiente han sufrido, como todo el país, las consecuencias de la guerra.
Aunque no siempre los territorios y sobre todo el uso de sus suelos es invisible para el Estado o las empresas extractivas multinacionales quienes buscan las formas de despojar al campesino de todo lo que posee, su tierra, su alimento, su dignidad, su identidad.
El reptil se enfrenta a algo que se sale de su propia naturaleza, pues no entiende de legislaciones y aparatos gubernamentales que se fabrican desde lejos de sus dominios para oprimir a las comunidades ribereñas, ¿Qué puede hacer el icónico ser frente a la ley Zidres, que pretende ceder los terrenos que se nutren de ella a los proyectos agro industriales de gran magnitud? Tierras que pertenecen por derecho de trabajo e historia a las y los campesinos.
Pero la serpiente es más que un cuerpo, es más que una figura mitológica, pues su esencia y espíritu rebelde está compuesto por la rabia, la tenacidad, la dignidad y la humildad de las mujeres y hombres que la habitan. Es así como esta relación se fortalece: la comunidad recibe los bienes naturales de la serpiente al mismo tiempo que esta obtiene su poder y su fuerza de los pueblos campesinos he indígenas de la región.
Así que Hay que tener cuidado de meterse con las orillas briosas de la culebra, pues son los campesinos y las campesinas quienes configuran a la víbora, aquellas quienes han nacido en la tierra y han crecido en ella, quienes la han trabajado y la viven pero también la sufren, son ellos y ellas, mujeres que se labran al rayo del sol, que tornan sus pieles de color canela, quienes tienen toda la potestad de decidir sobre su futuro y sobre su soberanía.
Allí en esta tierra algunas de estas mujeres y hombres nacen con el espíritu de la serpiente indomable, algunas llevan en sus escamas de serpiente las ganas de vivir en dignidad y el compromiso de hacerlo en colectividad; de esta forma van tejiendo alrededor de sus vidas estrategias que les permiten enfrentar las leyes que matan día a día en Colombia al campesinado.
De la necesidad de alimentarse nace también la necesidad de juntarse y de aplicar aquello que donde comen dos, comen tres o cuatro, o diez o más. ayudarse mutuamente, a calor de la unidad es lo que hace surgir iniciativas como las cooperativas y las comisiones del trabajo conjunto, hombro a hombro por ganar el sustento de la tierra. A pesar de que se quiera implementar la ley Zidres en terrenos como Arenal, ellos y ellas se han manifestado en contra de estas leyes, se han reunido para llegar a acuerdos de cómo solucionar sus problemas, han decidido rechazar los proyectos agroindustriales y reclaman a voz de sus ancestros y de esa serpiente que yace en su cultura y que los caracteriza, la tenencia de la tierra para poder ejercer su soberanía y continuar con sus actividades agrarias.
La Economía propia se teje desde las comunidades y se fortalece con la unidad de los pueblos, esta serpiente se yergue grande y se vuelve tenaz, y da miedo, da miedo a las grandes empresas que desean las tierras de las campesinas y campesinos, da miedo al gobierno que no contaba con la opinión de ellos y ellas, por eso trata de matar a la serpiente, dicen que es venenosa, cuando todos sabemos que es una boa y no posee veneno alguno, le quieren cortar la cabeza.
El gobierno piensa que persiguiendo a los líderes y lideresas del Sur de Bolívar centro y sur del Cesar, encarcelándolos y montándoles falsos positivos judiciales, la serpiente se verá destruida y cesara su esfuerzo por liberar la tierra, pero no se ha dado cuenta que esta serpiente no tiene un cabeza visible, pues esta serpiente es el pacto milenario entre las campesinas y campesinos y la tierra misma, son una colectividad son una y se fortalecen en la adversidad, porque entienden que el territorio es la vida misma y se defiende.