Un minuto de palabras
por Germán Villamizar
“Nos separamos para reunirnos y separarnos de nuevo, en el único lugar donde se encuentran los hombres muertos: en los labios de los amigos”. Samuel Butler
La semana pasada, después de un aciago trabajo de varios meses, la Dama de la Guadaña irrumpió bajo una lluvia torrencial por uno de los más generosos e irónicos confabulados: el poeta y traductor Germán Villamizar.
Nacido en San Jacinto del Cauca, departamento de Bolívar, en 1953, este escritor y catedrático, versado en ironía, falleció en Bogotá, el 19 de octubre de 2011, después de vivir durante dos décadas en la capital del país.
Villamizar, quien solicitó que se reemplazara la ventanita del ataúd por un espejo para atemorizar a los amigos que asistieran al velorio, publicó sus textos en revistas y periódicos culturales de América Latina, y fue catedrático de literatura de la Universidad Pedagógica Nacional por varios años. En 2003 publicó su libro Silencio de la Huella, en la Colección Los Conjurados, obra de la cual tomamos los siguientes poemas para poblar este minuto de palabras, en memoria fraterna del amigo desaparecido.
Ayer enterró su perro negro.
De noche, otro rastro tras las hojas.
Desgarraba la luna entre los ojos
y aullidos de sombras en la lengua.
Cuando duerma y sueñe con su dueño
recorrerá un sendero de pasos imposibles
o husmeará una corona trenzada con los miedos.
Ignoro si el hombre también sueña,
perdido con la muerte entre los ojos.
ESTE HOLLÍN de cuerpo que se estira
esta feria de carne que adelgaza la mañana
este frío pegajoso de la piel entre los árboles
esta ola de espuma rezumante en muchas manos
este aire de huesos que atenaza las narices
esta fiebre de espirales y metales
esta sombra y estos pasos
esta espera y estos pasos
esta furia y estos pasos
que atormentan nuestros pasos
en la noche que gira sin cansarse
y enciende en el vientre los recodos
funden un ridículo compás de grito y hombre.
Y en esta espera de metales dislocados
en esta árida gruta de espirales
en esta feria de rojos ademanes
sin huellas sin recodos sin caminos,
no sé por qué guardo entre los pasos
la absurda esperanza de encontrarme.