Crisis sistémica y los impactos contra la humanidad
“El capitalismo destruye las dos fuentes de riqueza: el hombre y la naturaleza. en ese sentido, el sistema neoliberal es un real genocidio, porque esta acabando con capas enteras de la sociedad humana y del entorno natural” F. Houtard
El capitalismo como sistema social, histórico y geográfico ha venido potenciando una serie de contradicciones que han puesto en vilo el futuro de la humanidad y de la vida misma. A las tradicionales contradicciones implícitas de la lógica del capital: trabajo-enajenación, individuo-sociedad, sociedad-naturaleza, ahora se le agrega la contradicción civilización-barbarie. Por ello, dichas contradicciones no se reducen solo a lo económico, sino que han repercutido en lo político, en lo social, lo cultural, la concepción de la naturaleza y la vida.
Desde finales de los años sesenta la caída de la tasa de ganancia del capitalismo ha sido una variante que sigue afectando a la humanidad en su conjunto. Las proporciones de dicha crisis no solo se reducen a un lugar geográfico en particular, sino que se ha extendido en todos los espacios de la geografía mundial.
Cualquier ojeada a la historia moderna evidencia cómo las periódicas crisis inevitables de la lógica del capital se buscan solventar por medio de la destrucción de las fuerzas productivas y dilapidación de los recursos y la riqueza social. Un ejemplo de este fenómeno se suele ver cotidianamente en lugares como la Sabana de Bogotá, así como en las metrópolis de Europa, que en medio de la crisis alimentaria que hoy soporta una parte importante de la humanidad, se arroja la producción de leche a los caños para supuestamente mantener los precios, antes de compartirla a millones de niños que soportan hoy una desnutrición crónica.
Un caso contundente de la posición depredadora del capitalismo ante la naturaleza y los seres humanos, lo evidencia el fenómeno de la guerra, las invasiones y la pugna hoy de las grandes corporaciones transnacionales por el control de los recursos, los mercados y las rutas comerciales. Estas, a la vez fueron las razones, de las dos guerras mundiales (1914-1945) y hoy representadas en la intervención neo-colonial del llamado orden mundial. Una de las consignas cínicas de un talante y de una perversidad inimaginable de los ideólogos del capital tiene que ver con el eufemismo de ver al capital como “fuerza creadora y destructora” que incita a la invención de nuevas técnicas, y por lo tanto a potenciar el desarrollo de las fuerzas productivas, por ello la destrucción de ciudades, los bombardeos y la liquidación de infraestructuras productivas, hacen parte de la agenda política, económica e ideológica del capitalismo. En efecto, las dos guerras mundiales liquidaron a más de sesenta millones de seres humanos, pero a la vez se convirtieron en una oportunidad económica y política del nuevo imperialismo con epicentro en los Estados Unidos. Es así pues, como la industria militar, la producción y la industria cultural han convertido la guerra en un lucrativo negocio.
La crisis económica-financiera se ha visto desde un análisis crítico como una crisis sistémica que no solo expresa una onda larga de depresión sino que ha venido afectando todas las manifestaciones del proyecto de la civilización occidental. El año pasado el sistema financiero, que ha jugado un papel protagónico para la dinámica del capital y que ha financiarizado la economía mundial, se vio agrietado por la caída catastrófica de las acciones del grupo Leman Brothers. El Estado de los Estados Unidos, así como algunos estados miembros de la Unión Europea, inyectaron algo más de 10.000 mil millones de dólares para intentar salvar al capital privado-transnacional. La inyección de dicho dinero se le hizo a los responsables de la crisis, con dinero de los contribuyentes, pensiones y ahorros de los trabajadores del mundo. Como se sabe el monopolio o el cartel delincuencial de los banqueros ha sido el pionero del neoliberalismo que ha pregonado la no intervención de la economía por parte de los Estados, ya que supuestamente iba en contra de la iniciativa, la competencia, el libre cambio.
Estos mismos banqueros que fueron responsables de la debacle de países como la Argentina, donde le robaron en el corralito financiero los ahorros y las pensiones al pueblo trabajador argentino; que a la vez impusieron planes de ajuste estructural desde el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional contra los derechos fundamentales del pueblo trabajador del mundo, hoy apelan al ideario público y al Estado para solventar el manejo irresponsable de las finanzas. En Colombia, esta dinámica de pillaje y robo representó ganancias al sistema financiero en el 2009, de ocho billones de pesos, que a la vez salieron de la extorsión del cuatro por mil que se le aplica a la sociedad en general, del manejo especulativo de las tasas de interés y de la expropiación inmobiliaria a miles de familias. Esto explica un contexto donde Colombia ocupa el segundo deshonroso lugar de ser el país más desigual en América Latina donde mal viven 20 millones de pobres y 7 millones de colombianas y colombianos en la indigencia.
En la actualidad los estados no legislan para garantizar los derechos de sus ciudadanos, sino para posibilitar la dictadura del mercado y de un cartel imperial donde corporaciones transnacionales, BM, F.M.I, O.M.C. el grupo de los ocho, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se han convertido en una élite del poder mundial que buscan perpetuar el sistema mundo capitalista en crisis, que no solo se expresa en la dinámica especulativa-financiera sino también en la producción y el comercio. En efecto, hoy la economía mundial esta estancada en una profunda recesión, solo solventada en la China. Estas crisis periódicas del capitalismo deparan grandes contingentes de desempleados, pérdidas de los derechos laborales y retorno de la esclavitud. Según la O.I.T. hoy la humanidad soporta un agudo desempleo, algo más de 7.4 % de trabajadores no tienen trabajo, 250 millones de personas, principalmente niños, niñas y mujeres trabajan en condiciones de esclavitud, el 64% de la clase que vive del trabajo está en le sector informal, sin derechos, ni relaciones contractuales y el 48% de los y las trabajadoras están bajo la línea de pobreza.
Esto demuestra como una de las variantes del capitalismo en sus crisis es sobreexplotar la fuerza del trabajo, saquear los recursos de los países empobrecidos por medio de guerras y pillaje, para mantener un orden mundial donde prima la ignominia, el genocidio, las invasiones y el ecocidio.
Esta crisis económica: financiera-productiva, también tiene otras variantes como lo es la crisis alimentaria hoy reconocida por la FAO y Naciones Unidas. Las grandes corporaciones que han producido “alimentos” genéticamente modificados han roto los ciclos biológicos y naturales, imponiendo un modo de consumo que va en contravía de la diversidad y patrimonio cultural de los pueblos y con ello la seguridad y soberanía alimentaria, con el objetivo de convertir los alimentos en armas de guerra, como se afirma cínicamente en los documentos Santa Fe I y II que son, como se sabe el dispositivo ideológico y la agenda política-militar de los Estados Unidas para garantizar y perpetuar el nuevo orden mundial. Esta crisis alimentaria esta emparentada con la crisis energética, ya que al saberse del agotamiento de las fuentes de petróleo sea optado por ejecutar la imposición del cultivo intensivo de diferentes especies vegetales para la producción de etanol y “biodisel”. En la lógica y disparate del llamado orden mundial es prioritario en la agenda del llamado progreso y desarrollo alimentar los motores antes que a los seres humanos.
La antes mencionada crisis energética que viene de mediados de los años setenta, ha puesto en vilo y en evidencia la vulnerabilidad del sistema que necesita de un recurso hoy escaso y no renovable como el petróleo, que es a la vez la materia prima estratégica y que genera por su posesión las guerras, los saqueos, las invasiones. El petróleo, ciertamente, como recurso estratégico del sistema mundo capitalista ha sido el generador del desarrollo de las fuerzas productivas que en su apología al progreso ha sido causante de los irreversibles impactos ambientales, donde hoy futuro de la vida y sus millones de años de evolución están en vilo por la lógica depredadora y derrochadora del capital. Si el símbolo de este proyecto de civilización lo es el automóvil, y si la mitad de la humanidad hiciera uso del mismo, nos estaríamos suicidándo ante la emisión de gases tóxicos que han venido recalentando el planeta, con efectos devastadores para la salud humana y los frágiles ecosistemas.
Este autodenominado proyecto de civilización puede ser sintetizado con base en algunas apreciaciones del escritor uruguayo Eduardo Galeano, quién al denunciar el fin de la civilización humana por la preeminencia de las mercancías y los objetos, comenta como los hombres y mujeres no ven televisión, sino que la televisión los ve, no programan al computador sino al contrario son programados por los computadores, no compran en los supermercados sino que son comprados por los supermercados, no manejan los automóviles sino son manejados por ellos. En un mundo donde las cosas se humanizan y los humanos se cosifican se hace imprescindible detener esta locomotora del progreso y desarrollo. Hoy el acto emancipatorio individual y colectivo depara la necesidad de detener esta carrera loca que intenta despeñar la vida y a la cultura humana en el abismo del llamado fin de la historia y de las ideologías. Por ello la resignificción de un nuevo proyecto de civilización, se convirtió en tarea impostergable donde sea la dignidad humana, la soberanía, la autodeterminación de los pueblos, la vida misma, el centro de la reflexión y acción de un huevo humanismo ante la depredación y el exterminio siempre presentes en el sistema capitalista.
Por ello acertadamente afirmaba Brecht:
“EL FUTURO PARA LA HUMANIDAD SOLO RESULTA VISIBLE “DESDE ABAJO”, DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LOS OPRIMIDOS Y EXPLOTADOS. SOLO LUCHANDO CON ELLOS SE LUCHA POR LA HUMANIDAD”.